OPINIóN
Actualizado 07/11/2019
Ignacio Martín

Tanto en México como en España parece generalizarse el uso de la palabra legaloide, cuando alguien o algo (grupo, institución) son condenados o absueltos porque sus abogados encontraron algún hueco en la ley.

Primero les contaré que siempre he tenido amigos relacionados con el Derecho; ya les dije, en uno de mis primeros textos, que compartí asociación de estudiantes con Enrique Cabero, por ejemplo.

En México, trabajé varios años en el equivalente mexicano al CGPJ español, el órgano administrativo del Poder Judicial, para entendernos. Por eso, y por lo filólogo, me desespera cuando no se usan las palabras con precisión. Peor, cuando se usan con ligereza y descuido; y el encocoramiento es de marca mayor cuando quien debería ser claro, conciso y preciso, "se las quiere dar" de listo y cae en palabras que, al menos aquí, parecen haberse puesto de moda; algunos ejemplos de ello son aperturar, tan bancaria ella, o esos acentos prosódicos colocados donde no van: quienes dicen diferencía* o negocía* deben pensar que con acento es más culto.

El asunto se pone serio, o sea, no ha lugar a la broma, cuando palabras como genocidio se usan para lo que no puede ser calificado de tal; o cuando en periódicos veo escrito, sin que nadie se escandalice, que los narcos "ejecutan".

No sigo, pero sí quiero reflexionar sobre algo que he encontrado últimamente escrito... Y dicho.

Siento que tanto en México como en España parece generalizarse el uso de la palabra legaloide, cuando alguien o algo (grupo, institución) son condenados o absueltos porque sus abogados encontraron algún hueco en la ley... El presidente de México lo usa bastante, por ejemplo.

Digo yo que si tales abogados lo encontraron... es porque está en la tal ley, digo yo. Sin embargo, parece que eso no importa; no, en vez de buscar cambiar la ley, que suena a camino largo, se critica su aplicación.

El problema es que cuando una autoridad habla en esos términos, saltarse la ley parece válido, si es por una buena causa... ¿Cuál es la buena causa? La de quienes fomentan esa manera de ver las cosas, por supuesto.

Perdón pero prefiero vivir en un Estado de leyes que se respeten, aunque no me gusten, y, en ese caso, buscar la opción política que proponga cambiar, mejorar, eso que no me parece; me parece mejor, para todos, elegir el camino largo, el legal, no el legaloide..

No quiero ser como el del poema de Niemöller, el que va viendo cómo se llevan a todos los demás hasta que queda solo.

Hay a quienes les sale bien aceptar la trampa, saltarse la regla; yo creo que tarde o temprano se vuelve contra uno? Siempre habrá alguien más peor, como diría el clásico.

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