OPINIóN
Actualizado 01/11/2019
Montse Vicente

Tras la sonrisa pícara que esbozamos cada vez que alguien nos llama bruja, y a pesar del miedo que nos inculcaron desde niñas a aquellas mujeres "viejas, feas y malvadas", se esconde la certeza de que algo de brujas llevamos todas dentro, como cada vez que una madre "mágicamente" adivina lo que le ocurre a su hijo o hija, cada vez que la "intuición femenina" nos trae la solución por el conocimiento ancestral, heredado de madres a hijas y de abuelas a nietas a través de los años y de los siglos.

En la Edad Media el patriarcado vió peligrar su poder por ese conocimiento antiguo, por esa sororidad (ayuda mutua entre mujeres), que cocía hierbas para fabricar cataplasmas con las que curar catarros o elaborar brebajes que inducían abortos, o simplemente tisanas para disfrutar de una una tarde entre amigas charlando, riendo, bailando o compartiendo los problemas cotidianos.

Supongo que cuando una mujer volvía de una de esas tardes o noches, traería la cara iluminada de quién iba con un problema o muchos, graves o ligeros, y vuelve con el problema solucionado, o al menos muy aligerado al haber hecho partícipes a sus amigas y, sobre todo, al haber pasado un buen rato sintiéndose acompañada, comprendida, apoyada.

Esta diferencia de semblante entre la ida y la vuelta, tuvo que ser, para muchos hombres, motivo de desasosiego, al no saber, al no entender la naturaleza de las reuniones de mujeres, y, como es su costumbre, en vez de preguntar, o de intentar entender, quisieron dominarlo. Y si el "no vuelvas allí porque lo digo yo", no sirve de nada, porque las mujeres, querámoslo o no, estamos en todas partes (somos la mitad de la población), y si no podemos ir por la puerta, alguien nos tocará en la ventana, y si no podemos ir por la calle principal iremos por la calle de atrás, y si no podemos ir de día, iremos de noche?. tuvieron que recurrir a medidas más drásticas y reinventaron los aquelarres y llamaron magia negra a todo lo que no entendían, y quemaron a las mujeres a las que no pudieron doblegar.

Pero siempre hubo, y siempre habrá, mujeres que no se dejan doblegar, así que con el pasar de los años, y ante la imposibilidad de quemarnos vivas y de llamarnos brujas, se nos llamó histéricas, sufragistas, suffragettes, hembristas y feminazis. Ah, y la famosa y eterna frase "feministas eran las de antes", las de 1906, como explica Beatriz Serrano.

Y aquí estamos, en pleno siglo XXI, compartiendo memes sobre escobas y gatos negros, mientras esperamos que llegue noviembre, y rebuscando telas moradas con las que hacernos pañoletas, bufandas, fulares, y últimamente hasta bolsas reutilizables, mientras avanza el mes, hasta que llegue el 25N, cuando volveremos a salir todas a la calle a decir a gritos que #NiUnaMás, que no podemos seguir consintiendo que nos maten ni por brujas, ni por histéricas, ni por ninguna otra excusa que esconda la razón real: por ser mujer.

1/11/19

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