OPINIóN
Actualizado 13/10/2019
José Luis Puerto

Los Premios Nobel de Literatura suelen constituir, en no pocas ocasiones, una verdadera sorpresa. Raras veces aciertan las quinielas que sobre ellos se realizan. Y, de hecho, de los nombres barajados estos días previos, no ha salido ni uno. Suele ser lo común. Este año, además, se producía el excepcional aliciente de que se habían de otorgar dos, el del año pasado y el de este, debido al escándalo de la Academia Sueca que los otorga.

De los dos galardonados, desconocemos la obra de la autora polaca Olga Tokarczuk; pero, para nosotros, es un viejo conocido el austriaco Peter Handke, nacido en 1942, por dos razones fundamentalmente: primera, porque ha sido un autor muy traducido en nuestro país y, desde hace ya años, no pocos de sus libros se encontraban y se encuentran en nuestras librerías; y, segunda, porque comenzamos a acercarnos a este autor y a leerlo, por el atractivo de dos de sus libros.

Leímos tales libros, en nuestros años mozos, debido a unos títulos subyugantes, que, al mismo tiempo, nos desconcertaban y nos atraían: la novela titulada 'El miedo del portero ante el penalti' (¿quién puede titular mejor?) y la obra de teatro de un título tan provocador como 'Insultos al público', lo que supone, dentro de la lógica dramática convencional, una perspectiva que se presta al escándalo.

Luego fuimos leyendo otros libros suyos, a medida que se iban traduciendo y publicando en España. Por ejemplo, el peculiar y seductor 'Ensayo sobre el cansancio' también nos llamaría la atención, donde el autor define distintos tipos de cansancio, al tiempo que realiza una suerte de deambular por distintos ámbitos geográficos y humanos.

La fortuna de Peter Handke para fijar títulos está más que probada. Uno de los que nos resultaban también afortunados y atractivos es el de 'Carta breve para un largo adiós', sobre una separación matrimonial que sufriera.

Para nosotros Peter Handke suponía, sobre todo, una perspectiva de contemporaneidad por libre. Siempre sentimos la suya como una escritura que se escapaba de lo grupal, también de lo convencional y de lo fijado en cuanto a géneros literarios. De ahí que, para nosotros, su figura fuera la de un francotirador, de alguien que va por libre y que, en cada nuevo libro, nos desconcierta; una suerte de 'freelance' de la literatura.

En los últimos años, habíamos dejado de leerlo. Sin embargo, estos últimos días, en un viaje por tierras suizas y austriacas, lo habíamos vuelto a recordar. Y ahora, cuando se le otorga el Premio Nobel de Literatura, acudimos a nuestros estantes, para volver a acariciar los libros suyos que hemos ido leyendo (hermosas, por ejemplo, las ediciones de la ya mítica colección 'Alianza Tres', en la que aparecieran, al menos, dos libros suyos). Uno, sin embargo, ya lo hemos perdido, a fuerza de prestarlo: 'El miedo del portero ante el penalti'. Guardaremos de él, de aquel ejemplar que teníamos y leyéramos, una memoria visual, que guardaremos en nuestro museo de las pérdidas.

La Academia Sueca, que siempre suele dar en el clavo, al definir los motivos para premiar a un autor, a Peter Handke lo galardona "por un trabajo influyente que, con inventiva lingüística, ha explorado las periferias y la especificidad de la experiencia humana". Nada menos.

Un premio bien otorgado a este viejo conocido austriaco, que, en más de una ocasión, deambuló por tierras españolas, en concreto de la provincia de Soria. Ahora llega la hora del lector. Con el pretexto del Nobel, es una buena ocasión para acercarse a su mundo, que también es el nuestro.

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