Factores condicionantes de la trashumancia en la Península Ibérica
Este tipo de desplazamientos ganaderos era ya común en el mundo antiguo, dándose con gran frecuencia en la cuenca mediterránea donde alcanzó su máximo nivel de desarrollo en la Península Ibérica.
La climatología y la orografía de la Europa mediterránea fueron, según mantienen numerosos autores, los condicionantes principales que convirtieron a la Península Ibérica en el escenario de la primigenia coincidencia itinerante entre hombres y animales. Hipótesis sustentada, entre otros factores, por los datos que atestiguan una práctica similar en otras regiones del mundo clásico mediterráneo, como la Hélade, la Península Itálica y algunas regiones de la Galia y Dalmacia.
Dos factores fueron responsables de este desarrollo en la Península Ibérica:
Como resultado de dichos condicionantes se desarrolló un complejo entramado territorial y social en el que las vías pecuarias constituían el principal elemento canalizador.
Cubriendo grandes áreas de la Península y jerarquizadas por categorías, las vías pecuarias constituyen la más extensa red de vías de comunicación no férreas de la Comunidad Europea con una longitud total de 125.000 Km. Las principales rutas o "Cañadas Reales" tienen unos 75 metros de anchura (90 varas castellanas).
Esta inusual anchura es debida, no tanto a la necesidad de canalizar el paso de millones de animales como al hecho de que el camino tenía que proveer suficiente pasto para el ganado durante viajes de cuatro o cinco semanas a través de la Península.
En estos viajes, el ganado y los pastores eran acompañados por animales carroñeros y predadores tales como buitres y lobos. Una interesante flora de plantas herbáceas se fue desarrollando en el seno de las cañadas, actuando como soportes de biodiversidad entre hábitats separados geográficamente.
Aún se conserva prácticamente un ochenta por ciento de toda la red primaria de vías pecuarias y buena parte de la secundaria.