OPINIóN
Actualizado 05/10/2019
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Durante este jueves los medios de comunicación han trasladado a los ciudadanos secuencias esperpénticas ocurridas en la Asamblea de Madrid durante la sesión al control del Ejecutivo presidido por Díaz Ayuso. La presidente de la Comunidad de Madrid, con ademanes mezcla entre chulapo madrileño y Vito Corleone en la gran película de Coppola "The godfather" (El Padrino), contestaba a las preguntas de los diputados con respuestas que nada tenían que ver con cuestiones de competencia de la Comunidad de Madrid ni con los problemas e inquietudes de los ciudadanos madrileños. Esta señora, en las respuestas, además de exteriorizar escasa elegancia y excesiva arrogancia, mala educación, ignorancia histórica y maldad intrínseca, acudió a leer sus exabruptos, síntoma inequívoco de que con antelación tenía anotadas las respuestas, lo que confirma que las preguntas que pudieran hacerle le importaban "un pito" y lo que de verdad le motivaba era el tono bronco e irrespetuoso con el que contestar a los grupos de la oposición.

Es lógico que este modesto "escribidor" califique así el comportamiento de Díaz Ayuso, porque manifestar que después de la exhumación de Franco lo que probablemente hará el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, será quemar conventos, parroquias e iglesias "como en el 36", demonizar a la Ley de Memoria Histórica, expresar que las feministas de Podemos son como la "Mantis religiosa", es decir, el insecto hembra que cuando se aparea se come al macho o calificar a Íñigo Errejón de parásito que nunca ha trabajado y ha vivido del "momio universitario y político", es de una catadura moral bastante deficiente. Quizá en este último exabrupto habría que contestarle lo que una ministra de Aznar, Margarita Mariscal de Gante, respondió a un político de la oposición de entonces: "cree el ladrón que todos son de su condición", porque esta señora sí ha vivido de los puestos que le reservaban en los gobiernos de la Comunidad de Madrid presididos por personajes ahora investigados penalmente por la comisión de presuntos delitos relacionados con la corrupción política y económica.

Ahora bien, el colmo del improperio y la desfachatez lo culminó el vicepresidente madrileño Ignacio Aguado, de Ciudadanos, -que, como sabemos, junto a Vox apoyaron el gobierno de Díaz Ayuso a pesar de no haber ganado ésta las elecciones autonómicas-, al responder ante las preguntas de los periodistas que "ellos van a garantizar que no se quemen iglesias ni conventos ni parroquias, en 2019". ¡Vaya ridiculez!. Le tendremos que agradecer al señor Aguado que vayan a impedir la quema de lugares religiosos. Ya podemos dormir tranquilos. En cualquier caso, no debe haber lugar para la preocupación, porque si no es el señor Aguado, será el alcalde de Madrid, Martinez Almeida, que ya ha dicho a los niños de un colegio madrileño que prefería aportar fondos para la restauración de la catedral católica de Notre Dame (que sufrió un incendio este año) que para recuperar la selva del Amazonas, que también ha sido pasto de las llamas recientemente.

La señora Díaz Ayuso, en lugar de las respuestas resentidas e hilarantes que ha pronunciado, debió informar a los grupos políticos de cómo se produjo la venta de 1860 viviendas públicas por parte del ayuntamiento de Madrid, presidido entonces por Ana Botella, a "fondos buitre", de las conductas delictivas de Rodrigo Rato, el ministro del "milagro económico de los gobiernos del PP", condenado por apropiación indebida en el caso de las "tarjetas black" de Caja Madrid y que probablemente también será condenado por otros delitos como estafas a inversores de Bankia ó falsedad contable de esa entidad bancaria que tuvo que ser rescatada con más de 22 mil millones de euros de todos los españoles (mil euros por cada trabajador español, como lo ha calificado la acusación popular en el juicio de Bankia). Díaz Ayuso también debió responder sobre su implicación en presuntos casos de corrupción que se han dado en la Comunidad de Madrid cuando la presidió Esperanza Aguirre, Ignacio González o Cristina Cifuentes o sobre el trato de favor de Avalmadrid al concederle un cuantioso préstamo económico a su padre, que no devolvió, participando también, presuntamente, en un delito de alzamiento de bienes.

Y, como no, Díaz Ayuso e Ignacio Aguado deberían explicar si van a seguir, como parece, bajando los impuestos a los más ricos y casi nada a los más pobres, si van a continuar potenciando la sanidad y la educación privadas y concertadas en detrimento de las públicas, qué van a hacer para combatir el 30 % de paro juvenil en la Comunidad, si van a actuar en las bolsas sociales de desigualdad y pobreza o si, de verdad, quieren luchar contra la corrupción que ha sido el "santo y seña" de esta región durante los últimos 24 años en los que ha gobernado ininterrumpidamente el PP. De todo ello tienen el deber de informar, no sólo a los madrileños, sino a todos los españoles.

Además, el señor Rivera (líder de Ciudadanos), tendrá que explicar a sus electores el cambio de estrategia que ha venido teniendo sistemáticamente este partido desde su fundación, porque, recordemos, Ciudadanos, según sus líderes, se fundó para combatir las corruptelas de los partidos que habían ostentado gobiernos en España, para terminar con miles de cargos públicos, asesores y diputaciones provinciales. Cuando Ciudadanos ha tocado poder, no sólo no ha cumplido lo que prometía, sino que se ha subido al carro de los sillones del poder. Y sino que se lo pregunten al señor Igea en Castilla y León.

Con políticos de la talla de los analizados: Díaz Ayuso, Aguado, Martinez Almeida, Rivera o Igea, aupados todos, como no, por el señor Casado, no me extraña que algunos recuerden aquéllos calificativos de la vieja España como una "sociedad atrasada, analfabeta, dormida, sentada a la vera de los caminos de la historia" como la veía Azaña en 1911 o de cómo nos veía Napoleón a los españoles a principios del XIX, es decir, como "una chusma de aldeanos guiados por una chusma de curas". Ni me agradan las citas ni simpatizo con la figura histórica de Napoleón; pero, por desgracia, así éramos, nos duela o no. Lo que sí me niego rotundamente a aceptar es que -por algunos políticos reaccionarios y ultramontanos que se han subido al carro de algunas comunidades autónomas, como Madrid- pudiéramos rescatar aquéllos lamentables y ancestrales tópicos de nuestra vieja España, aquélla del Antiguo Régimen que, por desgracia, tanto perduró en el tiempo.

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