Porque hay en ella una nostalgia especial, con su voz te habla de algo más allá de ella misma, en su tono de fracaso esconde todas las evocaciones del mundo, su voz delgada y melancólica te hae evocar toda la vida que se pierde. Y la vive a pesar de perderla, y todo cuanto canta está lleno del eco de todo lo que pierde.
Porque su país la machacó toda su vida, tuvo que trabajar de puta de adolescente en Brooklyn para ayudar a su madre, la putearon por ser negra, al final de su vida le prohibieron cantar, la declararon criminal porque tomaba muchas pastillas, la policía la vigilaba en el hospital cuando murió de cirrosis a los cuarenta y cuatro años, y supo cantar contra todo eso y sacó vida a través de todo eso. Todo lo que amó tenía esa levedad y ese toque de descreimiento y fracaso, de apasionamiento en blanco y negro.
Porque yo la conocí en Praga hace treinta años, pasé quince días en un apartamento y había un tocadiscos y solo tenía un disco, con las canciones de Billie Holiday, y todas las noches, en medio de un calor sofocante, esas canciones me abrían caminos de melancolía, me hacían sentir la vida como algo extraño y frustrante, con ventanas hacia sentimientos que venían como si no vinieran, y la imaginé en los locales de Nueva York soltando sus quejas con su voz desvanecida, con su tono que parecía guarecerse contra todos los ataques y recogía los secretos de todas las tristezas.
Porque canta como era en aquella foto con la mirada brumosa y perdida, con los labios resistentes que tenían su pequeño brillo, con esa enorme camelia sobre la oreja y el aro colgándole del óvulo, tan intensa y hermosa, no era hermosa pero tenía todo el atractivo del mundo, expresaba toda su resistencia contra las brutalidades de la vida, todo su encanto levemente encendido y renuente.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR