OPINIóN
Actualizado 22/09/2019
Fructuoso Mangas

Ni de lejos seré yo quien descalifique una carrera, ¡y menos a sus corredores!, contra esta violencia que no cesa sobre la mujer y que es a mi parecer una de las heridas más dolorosas que todavía sufre nuestra sociedad. Nos indigna a todos y nos avergüenza cada vez que golpea o asesina. Por eso me parece muy bien todo lo que sensibilice y eduque y cree actitudes y medidas que acaben cuanto antes con esta herida que nos duele a todos.

Y junto a eso, porque creo que son realidades que no se deben separar, me gustaría poner siempre la pregunta del porqué y desde qué causas alguien llega a ese extremo violento. La estadística está clara y señala la pobreza básica, la soledad existencial, la desestructuración personal y familiar, la demolición de lo justo y bueno por una sociedad a veces despiadada, la carencia de medios y de recursos de integración, la dureza de la vida del que ya la tiene rota, la violencia como recurso instalado en cualquier pantalla, el tratamiento del todo ostentoso y medio hipócrita de este tipo de sucesos y diez causas más que apuntan en la misma dirección.

Y yo, Ayuntamiento o Diputación, me pediría una mayor y más especial y hasta más especializada atención a las personas que hoy andan en los últimos puestos de la escala social; pensando especialísimamente en las mujeres que van a ser posibles víctimas. Es una inversión sin rentabilidad a la vista, de más largo plazo que los períodos electorales, descalificada por muchos ciudadanos (que quizás luego van a las manifestaciones y votan, claro), pero necesaria y de derecho. Y yo, participante, en la carrera del día 22, lo haría con toda la razón y también con tristeza por las víctimas y, por supuesto, triste también por los culpables. Ah, no me interesaría para nada, más bien me molestaría el probable ambiente festivo que tendrá la manifestación. Lo siento, pero en esto no estamos para fiestas. Porque en esto, yo al menos, no tengo claro, quiénes son los verdaderos responsables. Y lo digo después de estudiar detenidamente desde hace años todas estas situaciones extremas del varón contra la mujer con violencia mortal; lo vengo haciendo desde que El País publicaba a final de año una ficha sobre cada uno de los entonces 80 asesinatos anuales.

Y me sorprende como ciudadano preocupado y como probable votante que los políticos, que tienen la obligación y la capacidad para ver más allá y más profundo, no lleguen más lejos en su preocupación ante estos hechos repetidos de violencia y de muerte. Vivimos de aspavientos. Por eso no sé si iré a la manifestación porque quizás me sienta desplazado y hasta molesto. En todo caso estoy con el sentimiento y la voz de la protesta especialmente hoy, día 22, desde las diez de la mañana, o desde las once y media, ya veré, pero no renuncio en ningún caso, vaya a una carrera o a otra o a ninguna, a estos matices que pueden ponerla en algún entredicho de duda grave.

Casi seguro que voy, pero nadie me quitará la indignación y la tristeza, a la vez.

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