(El Funeral. Comedia. Autor: Manuel M. Velasco. Actores: Concha Velasco, Jordi Rebellón, Irene Gamell, Ana Mayo, Enmanuel Medina. Escenografía: Asier Sancho. Iluminación: José Manuel Guerra. Música: Juan Cánovas y Juan Robles. Productor: Jesús Cimarro. 21 septiembre 2019. Teatro Liceo. Aforo: lleno)
Concha Velasco es una de las pocas estrellas con fulgor puro y duro en el espectáculo que nos quedan. Anoche, al salir del teatro hacía memoria desde mis recién sesenta años y se me venían pocos actores de enjundia popular vivos al recuerdo. Se han ido yendo, poco a poco, la vida, la tunda de la edad. Secundarios de lujo, primeros actores y actrices que han levantado nuestro cine y nuestro teatro sobre columnas imperecederas, férreas al paso del tiempo. Fernán Gómez, Paco Rabal, Amparo Baró etc?largo. Nos quedan escasos. Sacristán, Lola Herrera, Charo López?y ella Concha Velasco, que ha estado este viernes y sábado en Salamanca, tras suspender función hace escasos meses por enfermedad. Y es que Concha hace 80 años el próximo 21 de noviembre.
Pero ahí la tenemos, sucinta de cuerpo y genial sobre las tablas. Con texto de su hijo Manuel sustentando la idea de la gran actriz que muere y resucita el día en que el pueblo y familiares velan su cuerpo presente. Una propuesta en la que se juega en tono de comedia subrealista con la idea de que uno asista su propio funeral, sugerente curiosidad y teatralmente muy aprovechable. Ligero argumento con tonos de performance (improvisaciones casi constantes de ella con guiños a temas y datos de actualidad).
Una obra que nos da pie a que cada cual la recordemos en un episodio de su vida artística inolvidable (Las chicas de la Cruz Roja, Don Juan Tenorio, Mamá quiero ser artista, Teresa de Jesús, e infinidad de películas y obras de teatro) y nos acerca cariñosamente a esta diva de la escena con la que el público se divierte a mansalva y lo pasa genial con su natural gracejo para la comedia, aunque ella (ya lo dijo desde arriba) ha hecho de todo en un escenario. La energía vital de esta chica-yeyé de casi ochenta años es envidiable y su trasformación escénica, más todavía.
Hora y media de comedia con eficaz y atractiva puesta en escena (interactiva, incluído reparto de bocadillos entre el público), efectos especiales impactantes y un elenco de actores de probada competencia, con un eficiente y brillante Jordi Rebellón.
Una riada de admiradores(as) la esperábamos a la salida del teatro Liceo. Pocas veces se ve eso ya. Quisiéramos que Concha fuera eterna, disfrutemos de ella mientras Dios quiera.