Partamos de una expresión tecnológica, para esta andadura semanal, pese a que la velocidad no nos apasione. Y mucho menos las prisas y la precipitación.
Uno de estos días pasados, en que realizábamos la ITV, al revisarnos el tubo de escape, acaso más atascado de lo que debiera, el técnico nos indicaba que no revolucionábamos nunca apenas el motor.
Nunca hemos sido partidarios de forzar las cosas. Hemos preferido y preferimos siempre, en la medida en que ello sea posible, que todo vaya rodando como la seda ?otra frase hecha, una más de tantas que posee nuestro idioma?, con fluidez, con el menor número posible de roces.
Septiembre es un mes de calentar motores. Los engranajes de la sociedad necesitan ponerse a punto, para realizar la travesía del curso del mejor modo posible, si no como la seda, al menos con la menor cantidad posible de raspones.
Pero los raspones se presentan en el itinerario. Están ahí, asomando por la ventana de la pantalla del televisor, de las ondas de las radios o de las páginas ?impresas o digitales? de los periódicos.
Somos un país poco ducho en pactos y entendimientos, algo, por desgracia, muy español, un país donde los garrotazos goyescos tienen una mayor vigencia que los diálogos ante una mesa, para limar asperezas y disensiones. Y ello nos va a llevar, posiblemente, a una repetición de elecciones generales. Un raspón.
La naturaleza nos juega de las suyas, como en esta gota fría, que está arrasando no pocos enclaves de nuestro levante, porque, por nuestros abusos, estamos destruyendo el planeta, que responde, ante nuestras insolencias, con tsunamis o gotas frías u otros desastres naturales. "?¿Crees en el cambio climático?", me preguntaba este verano, en mi pueblo, un paisano. No es cuestión de creencia. Es algo que está ahí. Otro raspón.
Si nos fuéramos al terreno internacional, a todo ese juego de complicadas partidas de ajedrez, de entendimientos y desentendimientos comerciales entre las grandes potencias; al rocambolesco asunto del 'brexit', que traerá malas consecuencias para todos?, nos encontraríamos con nuevos raspones que sumar a esa andadura que queríamos como la seda.
Lo mismo que si descendemos a la dinámica laboral; a la falta de higiene con que se elaboran industrialmente determinados alimentos que se llenan de bacterias, sean carnes mechadas, determinados embutidos o chicharrones.
¿Cómo tendríamos que pasar todas estas ITVs, para que de los raspones pasáramos a que nuestro automóvil, el de todos, en el que todos vamos, fuera como la seda?
Tendríamos que aprender todos a calentar motores, enaceitando nuestra convivencia a través de la palabra, del diálogo, de la búsqueda de acuerdos, para que los raspones y tirones del motor fueran cada vez a menos.
Pero, claro, ese ir como la seda acaso no pertenezca a las cartografías de la realidad en que nos movemos, sino a esas otras de la utopía, en que hay otras aceites y otros productos para que el existir se haga más soportable.