La Naturaleza reclama nuestra atención y solicita nuestros cuidados. Sin embargo, emborrachados de egoísmo, ignoramos sus demandas y la esquilmamos sin justificación. ¿Qué le devolvemos cada uno de nosotros por los beneficios que nos entrega? Tendríamos que modificar nuestras costumbres para no dejar a nuestros hijos la basura de nuestras miserias esparcida por todos los rincones del planeta. Tengamos en cuenta que, la Naturaleza, nos engendra y nos despide, porque no nos necesita para mantener sus equilibrios, basta con que no la dañemos. Pues somos una pequeña parte de lo que contiene, aunque percibamos la totalidad en nuestra alma.
Manuel Lamas (del libro Verbo y Barro)