OPINIóN
Actualizado 31/08/2019
Ángel González Quesada

"E lucevan le stelle (...)
...e un passo sfiorava la'rena?
entrava ella, fragrante,
mi cadea fra le braccia..."

("Y brillaban las estrellas (...)/...y un paso rozaba la arena?/entraba ella, fragante,/caía entre mis brazos..."

PUCCINI, ILLICA y GIACOSA, Tosca


Posiblemente, y paradójicamente, la ópera y el bel canto se hayan puesto un poco de actualidad este verano, pues muchos de los últimos titulares de prensa laudatorios, reseñas triunfales de conciertos, clips musicales en telediarios, notas públicas de exitosos recitales, noticias de geniales interpretaciones, narraciones de aplausos, homenajes, tributos, abrazos, fotos de triunfos y noticias varias publicados, dedicados y escritos en España sobre Plácido Domingo en los últimos días, no hubiesen existido, o no hubiesen sido tan exageradamente serviles, sin haberse producido la noticia previa de la gravísima acusación de acoso sexual contra el tenor español que nueve mujeres hicieron pública este mes de agosto.

El ridículo chauvinismo que respecto a los españoles se ejerce en este país cuando son acusados o denunciados en alguna causa o por algún delito, sobre todo si ese señalamiento se produce en el extranjero o por extranjeros, alcanza en ocasiones, como ésta de Plácido Domingo, niveles tales de lagotería que uno sospecha que el deseo de ocultar en la algarabía de la exagerada adulación el núcleo más duro de la acusación, quiere responder con el ruido a la sospecha y con el deslumbramiento de la alabanza a lo prosaico de la verdad.

No serán estas líneas las que se atrevan a juzgar la culpabilidad o la inocencia del artista español en este asunto, aunque quien las firma tenga su opinión al respecto, pero sí las que lamenten que una y otra vez, en cualquier circunstancia y ante todo tipo de acusaciones contra algún famoso español, en lugar de la debida imparcialidad, cautela, respeto, búsqueda de información o al menos razonable espera a la resolución probada de los hechos, la prensa española y un gran porcentaje de la opinión pública de este país cierre filas con el acusado, sospechoso o señalado, tanto por el hecho de ser español, lo que ya constituye una estupidez de gran calibre, sino especialmente por la circunstancia de ser famoso, lo que viene a formar un bucle entre patriotero, zalamero, adulón y, sí, servil, que en nada beneficia (tal vez lo contrario) al esclarecimiento de los hechos o a la defensa razonable (y creíble) del acusado.

Casos ha habido por decenas (deportistas acosadores, dopados o mafiosos, entrenadores pederastas, procesados por asesinato en el extranjero, narcotraficantes, violadores, directores de cine delincuentes, empresarios corruptos, escritores maltratadores, plagiadores ladrones, condenados de todo tipo...) cuya nacionalidad española, en el momento de ser acusados en el extranjero o por organismos internacionales, y aun con importantes pruebas aportadas o incluso con condenas judiciales, ha sido para muchos periodistas, opinadores y, ay, la barra del bar, un "mérito" suficiente para su defensa a ultranza, acrítica, servil y sumisa, o para la denigración sin cuartel de sus acusadores, oponentes y víctimas.

Las acusaciones presentadas por varias mujeres, algunas anónimamente por el comprensible temor, contra el español Plácido Domingo, que han desatado en España esa desenfrenada y vergonzosa ola periodística de pueril lisonja y rastrera coba (e indisimulado y creciente ataque al feminismo), han sido respondidas por el famoso tenor con una vaguedad posibilista detestable, ninguna prueba en contrario ni declaración de disculpa o siquiera negativa fundamentada, lo que no hace sino reafirmar la utilidad, oportunidad y validez de los movimientos de denuncia del machismo y la violencia sexual. Este caso, respondido también (en el extranjero) con la anulación de algunos conciertos e intervenciones de Domingo en foros internacionales, que toca por fin el mundo de la música clásica y sus "monstruos sagrados", ojalá sirva para que aquel hoy casi olvidado "YO TE CREO", que inundó las redes sociales y las pancartas de las movilizaciones mundiales contra la violación, el machismo, el acoso y la desigualdad, no caiga en saco roto en este país repentizador, olvidadizo y pelota, solo porque enfrente nos deslumbre la fama, nos enternezca el D.N.I., nos ciegue el nombre o luzcan las estrellas.

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