OPINIóN
Actualizado 25/08/2019
Redacción

Estamos trivializando la vida, convirtiéndolo todo en entretenimiento, en pasatiempo, como si todo hubiera de pasar por la batidora de las estrategias ocupacionales, para que no muramos de aburrimiento.

Y ahí es donde están ?en esas estrategias ocupacionales para las masas? los llamados parques temáticos. Si una ciudad, un museo, un espacio natural, un monumento, un conjunto histórico? no se convierten en parque temático, su fracaso está garantizado; como lo está el éxito, de pasar las realidades indicadas (y otras) por esa 'túrmix' para que podamos digerir un cuadro, ciudad, monumento, paisaje? o lo que haya de ser.

Hay, en todo ello, una evidente infantilización de la sociedad. Como si después de que se profetizara el final de la historia (recuerden el éxito que obtuviera 'El fin de la historia y el último hombre', el libro de Francis Fukuyama, de 1992), no tuviéramos otra cosa que hacer que comprar y adquirir aplicaciones (un término muy en boga hoy) para que aquello que hemos de conocer no se nos atragante.

Estas semanas veraniegas, hemos visto, por ejemplo, en un pueblo de la salmantina Sierra de Francia, una casa en cuya vivienda hay una placa de cerámica que indica cómo tal casa ha sido distinguida con el primer premio de embellecimiento de fachadas y balcones. ¡Parque temático!

En otro, el antiguo osario, de donde sale cada oscurecer la esquila de las ánimas benditas, tocando por todas las esquinas para que los vecinos y devotos recuerden y recen por los difuntos, lleva una placa explicativa , alusiva al indicado rito de atardecer. ¡Parque temático!

Y para qué seguir. Es como si lo que hubiera sido vida en un momento determinado para una comunidad (la casa en que se habita, los ritos funerarios que se practican, etc.), hubiera sido vaciado de su contenido y hubiera pasado a formar parte de una reserva en la que hemos encerrado al pasado, como si de indios siux se tratara.

No tenemos remedio. Vaciamos nuestro mundo rural y todo lo que le ha pertenecido lo convertimos en reserva, en parque temático, en el que pastan esas oleadas de turistas apresurados que transitan por todos los lugares, como si se tratara de una manada de bisontes espantados y arreados por algún vaquero invisible.

Y es que nos hemos vuelto unos depredadores del arte, de la naturaleza, de las ciudades, de los pueblos, de los monumentos? Y lo hemos convertido todo ?según las profanaciones del mundo insostenible del consumo al que pertenecemos? en objetos de usar y tirar?

?En definitiva, en parque temático, que no logra aplacar, por otra parte, nuestro aburrimiento y nuestro tedio. Más que al final de la historia, acaso a lo que estemos asistiendo sea el final del ser humano humanizado, en una peligrosa deriva hacia la estupidez y la necedad.

José Luis Puerto

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