OPINIóN
Actualizado 20/08/2019
Redacción

Ah, las mascotas. ¿No será porque, según dicen, el mercado (o tráfico) de animales mueve muchos millones de euros, o dólares o yenes? Por eso veo cada vez más animalismo.

Ahora ya veo con más frecuencia a una persona paseada por tres o cuatro perros, bien amarrada a sus cadenas, y ninguno con bozal. Y, según dicen, eso no es nada porque en el comercio internacional circulan cocodrilos, tortuguitas y tortugas grandotas, y loros y serpientes.

Los hipopótamos no caben en la bañera, pero ya inventaremos algo para meterlos en casa. ¿No será también porque hay tantas asociaciones animalistas, que no quieren comerse a los animales, pero de algo tienen que vivir?

Porque, según dicen, eso del animalismo es muy progre y por eso el gobierno de la comunidad de Madrid se ha inventado un Consejo o algo parecido (todavía no me he aprendido sus siglas, que pasarán a engrosar un grueso, valga la redundancia, diccionario futuro de siglas en defensa, digo el Consejo ese, de todos los animales y supongo para subvencionar a todos los animalistas que defiendan a los animales y especialmente a los que recojan a los perros callejeros).

Y no es que no sean bonitos un canario o un caniche, o un gatito de angora, que uno tiene sentimientos y a mí también me gustan. Pero ojo, a ver si nos pasamos. Porque mientras veo más mascotas veo también (parece una coincidencia) que se respeta menos la vida y los derechos de los seres humanos.

¿No sería mejor que le dejáramos a los animales a cada cual su hábitat natural, bien sea la caseta del perro, o la selva virgen, y nos dedicáramos a ayudar a los millones de seres humanos que se ahogan tratando de atravesar el mar, o viven en sus países peor que los perros abandonados?

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