Sabemos todos que quien ejerce de presidente no está precisamente dentro de las simpatías del público, de apoderados, de toreros, de ganaderos y, en muchas ocasiones, de los empresarios
Desde el puesto de costumbre / Sacudió el blanco cendal / Como quien avienta lumbre / Que es de empezar la señal
Sabemos todos que quien ejerce de presidente no está precisamente dentro de las simpatías del público, de apoderados, de toreros, de ganaderos y, en muchas ocasiones, de los empresarios. Pero, sin embargo, absolutamente todos sabemos que son necesarios. Son muchos también los que ignoran la dificultad que entraña el cargo. No todo es subirse al balcón y con los brazos apoyados en la barandilla seguir escrutadoramente con la mirada cuanto acontece en el ruedo y en los tendidos... Existe o debe existir una gran responsabilidad, una firme voluntad y el inquebrantable deseo de hacerlo bien. Servidor entiende que no es tarea fácil mantener con sus decisiones contentos a unos y a otros.
Pienso, no obstante, que ante esta dificultad reconocida un presidente, antes de asomarse a ese "maldito" balcón, debe reflexionar muy bien, sobre la tarea que se dispone a arbitrar y, ante todo debe saber muy bien cuáles son los derechos que debe defender primordialmente y cuáles son los que no debe tolerar. Y para ello, para que el público confíe en la autoridad que lo representa, debe, sin exageraciones, aplicar aquello que por Ley se le encomienda: El reglamento taurino. Porque este no se pone a salvo sencillamente por conceder la oreja -la primera oreja cuando los pañuelos de la tarde representan mayoría-. ¿Por qué si se cumple este articulo no se cumplen también los otros? ¿Por qué si no se cumplen los otros, ha de cumplirse este?
Señores presidentes, la tarea es ingrata pero han aceptado libremente tal responsabilidad y por todo esto han de velar porque la Fiesta no se desbarranque. Ustedes son buenos aficionados... creo yo... Por ello no deben permitir aquellas prácticas antitoreras que implican fraude, aquel toro inválido, caído, agonizante, lidiado de aquella manera, esa psicosis de triunfalismo desorbitado, etcétera.
A ustedes, como buenos aficionados, no les gusta eso... a mí tampoco. Si podemos aseverar que esto es así, ¡por qué en muchos casos sus decisiones, sus comportamientos, sus formas de interpretación, sus balances sobre actuaciones, se salen de ese comportamiento del sentido común y actuar sin complejos y racionalidad?
Reconozco lo ingrato que supone estar bajo las presiones de cuantos configuran la tarde de toros, pero es que ¡señores, algunas cosas son de "Perogrullo"!, no tienen más que tener criterio y ese sentido común que muchas veces se hecha en falta, sobre todo cuando fallan los resortes de la afición, el conocimiento, la seriedad y el rigor, que junto a una personalidad responsable y decidida debe tener quien arbitra y pone orden en una corrida de toros.
Sí, ya se que les tiene manía, incluso les odian aquellos a los que se les ha negado la segunda oreja, pero son esos mismos que muchas tardes se ven con las orejas en la mano, sin haber contraído meritos para tanto despojo? Siendo esto así la mejor demostración es tener una desmedida afición, eso lo protegerá siempre. Y hará que no les tiemble el pulso. Desde ese "maldito balcón".