OPINIóN
Actualizado 08/08/2019
Luis Castro Berrojo

Hace ahora un año hablaba aquí mismo de "memoria histórica veraniega". Vuelvo a ello porque el pasado domingo se repitieron los actos de homenaje a las víctimas de la Guerra civil y del franquismo en Robleda y en Salamanca, este convocado por Alternativa Republicana y aquél por la Asociación de Estudios de El Rebollar. No serán los últimos, pues las asociaciones de Castilla y León ?que han sido de las más activas de España en este ámbito? tienen otras actuaciones programadas, incluyendo también el rescate de cuerpos de fosas comunes.

En Salamanca una vez más se sugirió que el Ayuntamiento debería asumir alguna vez este homenaje y celebrarlo en el salón de plenos, aunque solo sea porque en el monolito de la plaza del alcalde Casto Prieto Carrasco se le recuerda junto a los concejales Manuel Alba Ratero, Casimiro Paredes y Luis Maldonado Bomati (y por supuesto, a todas las demás víctimas del vecindario salmantino). En este sentido, dio buen ejemplo la corporación de Ciudad Rodrigo hace unos años, cuando por unanimidad decidió celebrar un acto institucional en memoria de sus antecesores de 1936, casi todos asesinados por la vesania fascista.

Claro es que si alguna vez nuestro ayuntamiento tiene ese detalle antes habrá debido eliminar por vergüenza la efigie de Franco del salón de plenos. (Aún recuerdo cuando el alcalde Lanzarote me invitó a abandonarlo con ayuda de la policía local una vez que reproché a la corporación que tuvieran esa basura simbólica a la vista de todos). Es verdad que ya ha habido algún gesto por parte del gobierno local hacia la memoria histórica democrática: ha ayudado las actuaciones de la Asociación Memoria y Justicia (ASMJ) en el cementerio y ha puesto hace poco una placa en el DA2, recordando su pasado carcelario (aunque lo lógico hubiera sido ponerla en la fachada y no en el patio interior, donde pocos la van a ver).

Suma y sigue. Aún falta mucho para que esos deberes colectivos de recuerdo a las víctimas de un pasado traumático y dictatorial (recordémoslo una vez más, más de mil ejecutados en una provincia como Salamanca, donde no hubo propiamente guerra) sean atendidos como es debido por el conjunto de la sociedad española y por sus instituciones representativas, más allá de diferencias ideológicas y partidistas.

Y ya que Tejares forma hoy parte de la ciudad, tras perder la autonomía administrativa en los años sesenta, acabaré recordando también a sus víctimas mortales, de momento solo nominalmente. Hasta hace pocos años, la cruz que hay frente a la iglesia recordaba a los "caídos por Dios y por España". Hoy ya se han eliminado los nombres, pero las víctimas del franquismo aún están pendientes de recuerdo y reconocimiento como tales. Estamos hablando de un grupo de hombres (tejeros, molineros, peones agrícolas) que, como en tantos otros lugares, se limitaron a exigir unas condiciones de vida y de trabajo dignas. También hay mujeres represaliadas, aunque no ejecutadas. Entre ellas, Felipa Carrasco y Macaria Hernández, encarceladas por proferir frases injuriosas contra el "Movimiento Nacional".

Hablo de su alcalde y presidente de la Casa del Pueblo, Maximiliano Vicioso Lorenzo, y de los vecinos Benjamín del Arco García, Gregorio de la Hera Calzada, Juan Manuel Manjón Hernández, Francisco Marcos Manchado, Gabriel Martín Martín, Gregorio Moñita Martín y Manuel Rodríguez Sánchez. Juan Manuel, Gabriel y Gregorio fueron exhumados de una fosa común en Pelabravo por la ASMJ a petición de sus familiares. Hoy sus restos se hallan en el obituario que esta asociación tiene en el cementerio municipal.

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