OPINIóN
Actualizado 04/08/2019
Carlos Javier Salgado Fuentes

La maniobra llevada a cabo por Albert Rivera esta semana, en el seno del partido Ciudadanos que lidera, podría considerarse como un golpe autoritario encima de la mesa, cuyo único fin ha sido echar de la ejecutiva del partido a todo aquel sospechoso de discrepar, sumando a la misma a otros fieles a su figura y postulados, aunque no hayan sido elegidos por los afiliados de la formación para estar en la misma.

De este modo, podría decirse que el partido naranja se va alejando paulatinamente de los principios de regeneración democrática de los que ha hecho bandera en sucesivas campañas electorales, dejando a un lado la posibilidad de discrepancia interna, encaminándose única y exclusivamente a ser un partido de 'culto al líder', apartándose de la formación a todos aquellos que puedan mostrar un mínimo juicio crítico.

En este sentido, Rivera ha echado esta semana de la ejecutiva a Fernando Maura (que se mostró favorable a revisar la actual estrategia del partido y negociar una abstención en la investidura), Orlena de Miguel (que no se quiso posicionar a favor de la estrategia de Rivera, aunque tampoco lo hizo en contra), Raquel Alonso, Antonio Espinosa y Raquel Morales.

Por otro lado, ha integrado en la ejecutivo 22 nuevos nombres que considera de plena confianza, y que son en gran parte 'fichajes estrella' electorales de Rivera, como José Ramón Bauzá (expresidente de Baleares con el PP), Ángel Garrido (expresidente de Madrid con el PP), Sara Giménez (responsable del Departamento de Igualdad de la Fundación Secretariado Gitano), Joan Mesquida (exdirector general de la Guardia Civil y de la Policía con el PSOE), Marcos de Quinto (exvicepresidente de Coca-Cola), o Edmundo Bal (abogado del Estado que fue relevado por el Gobierno de Sánchez de la jefatura del departamento penal de la Abogacía del Estado), a los que se sumarían personas como Lorena Roldán (que sustituye a Inés Arrimadas en el Parlamento catalán tras el salto a la política nacional de Arrimadas), y otras figuras del círculo más cercano de Rivera.

De esta manera, y tras la marcha previa de otros miembros de C's como Javier Nart, Toni Roldán o Francesc Carreras, discrepantes con el alejamiento del centro y el giro a la derecha emprendido por Ciudadanos, este nuevo movimiento en el tablero naranja no hace sino apuntalar y fortalecer tanto el liderazgo interno de Rivera (sobre el que no había duda) como, sobre todo, asegurar un menor nivel de críticas internas hacia la estrategia del giro paulatino hacia la derecha del partido.

En este sentido, esta 'jugada' podría recordar en cierto modo a la que hizo en su día Podemos respecto a sus sectores más cercanos al centro (el llamado 'errejonismo'), que fueron apartados señalados por la dirección de Iglesias, aprovechando su posición de liderazgo sobre una formación nacida, al igual que Ciudadanos, con un fuerte personalismo de su líder.

En todo caso, el hecho de apartar a los sectores más críticos de las direcciones y resortes de poder de los partidos no es algo nuevo, y en esta cuestión no parece haber mucha diferencia entre los partidos que se denominan como 'la nueva política' y los que podríamos calificar como 'partidos viejos'. Y es que, el reciente caso de 'limpieza' de los críticos de la ejecutiva de Ciudadanos encaja a la perfección con la frase, que en su día esgrimió Alfonso Guerra, de que "el que se mueve no sale en la foto".

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