OPINIóN
Actualizado 02/08/2019
Félix López

Las nuevas tecnologías son los nuevos Dioses politeístas que han sustituido al Dios monoteísta que lo sabía y veía todo. Con una diferencia sustancial: El Dios monoteísta nos vigilaba y reprimía para que no pecáramos, controlando incluso el pensamiento y el deseo. Las nuevas tecnologías lo hacen, tentándonos con mil productos de consumo, para que caigamos en la tentación. Incluso convierten nuestra intimidad en consumo para los demás. Hasta los telediarios son un ejemplo de ello.

Todos los artilugios tecnológicos, que no nombro, porque no estoy seguro de algunos de los nombres que tienen unos y me olvidaría de otros, nos tienen muy vigilados, seguramente con más eficacia que el llamado por muchos Dios único y verdadero.

Mi móvil, fue salvado por Noé del diluvio universal, porque le llamó la atención su brillo y lo echó dentro del Arca. Lo uso solo cuando viajo y me salva parcialmente del acoso a mi intimidad, justo por ser tan antiguo y ofrecer solo la posibilidad de llamar y ser llamado. Aun así, las pocas llamadas que hago y las muchas que no me llegan, porque está casi siempre apagado, seguro que permanecen para siempre grabadas en alguna nube, como dicen, nuevo cielo tecnológico, donde todo se sabe. Debe ser el nuevo cielo donde van las personas chismosas, las que gozan escuchando, viendo y cuchicheando todos las intimidades posibles, especialmente si tienen algo de perverso.

El ordenador, único artilugio que me liga a internet, es mi nuevo confesionario. MI medio para comunicarme con todo el mundo, sobre todo tipo de asuntos. Pues, ya ven, mi intimidad parece interesar mucho al mercado, a pesar de mi austeridad gozosa, que debe molestar mucho a los demonios actuales, porque me tientan todos los días, de mil formas diferentes. Incluso tienen la osadía de querer venderme nuevos programas, para preservar mi intimidad. Yo creo que quieren mi intimidad para ellos solitos, porque me meten miedo asegurándome que mi ordenador es muy vulnerable ¡Vaya cara!

Me tienen tan vigilado, que si escribo a alguien, diciéndole que voy a su ciudad, inmediatamente me mandan información sobre los hoteles a los que me conviene ir, el tren o avión que debo tomar y el restaurante en que debo comer.

Si ojeo la prensa, que manía la mía de leer varios periódicos, porque no me fio de ninguno (no han conseguido que me afilie a uno en concreto, por más que lo intentan), con frecuencia me piden mis datos, si quiero acceder a determinadas informaciones, porque mi privacidad, me aseguran, es importante para ellos. Curiosa forma de cuidar mi intimidad, empezando por pedirme datos personales. También los confesores tenían interés por conocer mis pecados; una vez que le dije que tenía "pensamientos impuros", yo que, por entonces, ni siquiera sabía lo que era eso, el confesor me hizo tantas preguntas que sospeché que era algo muy malo y jamás repetí esa frase, aprendida del catecismo. Como el "no fornicarás", que a esas edades no sabía lo que significaba. Me aprendí varios pecados veniales, a los mortales no llegaba nunca, que dejaban tranquilo al confesor y a mi "me dejaban en paz": decir "palabras feas", cosa que nunca o casi nunca hacía, y "desobedecer a padres y profesores"; estas pequeñas faltas no encendían alarmas y se resolvían con tres ¡Ave Marías!

Cuando entro en internet para ojear la prensa, me encuentro leyendo artículos entre dos columnas de anuncios, esperando que cometa un error con el ratón, para explicarme lo interesante y conveniente que ese ees producto sobre el que he volado con el ratón. Me tergiversan y toman mis errores por interés comercial ¡Si supieran!

Cuando abro el correo, todos los días, tengo vario avisos asegurándome que tal o cual amigo o amiga están esperando que entre en contacto por una de las redes sociales, que no voy a citar. Me aseguran que quieren ponerse en contacto conmigo, añadido noticias o fotos a su perfil y mil engaños más. Ya he comprobado que tales demandas no son ciertas, pero me parece alucinante, por no decir pura manipulación, que se atrevan a poner en boca de mis amistades estas peticiones. ¿Cómo saben quienes son mis amigos?, ¿Por qué se inventan estas cosas?

Ya ve usted, yo que no uso móvil moderno, con internet, ni estoy en ninguna red social de esas en las que la gente vacía su intimidad; en su derecho están, no se enfaden conmigo, estoy tan vigilado como por el Dios de mi infancia.

A veces, he escrito a esta gente que me vigila, cartas amables y alguna felicitación de Navidad, para que no me persigan más; pero nadie contesta. Los Dioses politeístas modernos se comportan como el Dios único, uno lo intenta, pero nadie me contesta. Tal vez, usted tenga más suerte, no sé si le pasa lo mismo que a mí. Eso sí, los Dioses modernos, me contestan si le envío mi número de tarjeta bancaria que es la contraseña que me exigen para hacerme caso. El San Pedro de la puerta del cielo se ha simplificado, es una tarjeta bancaría. El mercado ya no necesita llaves, ni siquiera dinero. Todo son facilidades si quieres pecar.¡Va ya chollo!

¿Por qué les interesa tanto mi vida y mi intimidad? ¿A usted le pasa lo mismo?

Para colmo, me han dicho varias veces, desde la universidad, que alguien ha intentado entrar en mi correo. Yo he llegado a conclusión de que están dentro, tiene una llave maestra, son los nuevos dioses. ¿Sabe usted lo que quieren?

No será que nuestra intimidad no está amenazada, sino que ha dejado de ser nuestra propiedad.

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