OPINIóN
Actualizado 30/07/2019
Marcelino García

Los rohingyas son una minoría étnica musulmana que, en los últimos años, se ha visto forzada a huir hacia Bangladesh como consecuencia de la represión militar y "limpieza étnica" que se está llevando a cabo bajo el mando del ejército birmano.

Isabel Miranda Fernández

Activista por los Derechos Humanos

La violencia contra mujeres y niñas es empleada en contextos de conflictos y crisis como arma de guerra, con el objetivo de crear un miedo generalizado entre la población. Este es el caso de la violencia producida contra las mujeres rohingyas, la cual ha sido utilizada por las fuerzas de seguridad birmanas y otros grupos para demostrar su poder y su capacidad de intimidación. De entre todos los tipos de violencia, cabe destacar la violencia sexual que sufren día a día, tanto en la ruta migratoria como en los campos de refugiados donde se establecen. Estas violaciones masivas, así como la esclavitud sexual, han provocado, entre muchas otras cosas, que cerca de 48.000 mujeres hayan dado a luz el año pasado en condiciones insalubres.

Para contextualizar, los rohingyas son una minoría étnica musulmana que, en los últimos años, se ha visto forzada a huir hacia Bangladesh como consecuencia de la represión militar y "limpieza étnica" que se está llevando a cabo bajo el mando del ejército birmano. En estos momentos, más de 800.000 rohingyas se encuentran refugiados en el país fronterizo, siendo más de la mitad niños y niñas. Viven asediados y en condiciones inhumanas y tienen limitado el acceso a la escuela, consecuencia todo ello de no ser reconocido como ciudadano por el gobierno de Myanmar. Además, no solo se les ataca directamente, sino que sufren terribles ataques de odio como la quema de sus casas y escuelas, mezquitas, etc.

Volviendo al tema que nos ocupa, desde agosto de 2017 las fuerzas de seguridad de Myanmar han cometido violaciones sistemáticas contra mujeres y niñas como parte de la segregación y discriminación radical que se está llevando a cabo contra esta población. Así lo constata Human Rights Watch en un informe en el que se muestra que, en algunos de los casos, tanto mujeres como niñas informaban que habían sido agredidas en sus casas o mientras huían por cinco o más soldados, produciéndose incluso violaciones en grupo o delante de sus familias, lo que provoca una mayor humillación y dolor en estas mujeres.

El caos que existe en los campos de refugiados, así como el miedo, la vergüenza y el estigma que tienen muchas mujeres que han sido víctimas de este tipo de delitos, ha provocado que muchas de ellas no hayan sido atendidas ni por profesionales sanitarios ni psicológicos una vez producido el hecho. Este aspecto se torna de gran importancia ya que, según datos de Human Rights Watch, muchas mujeres sufren problemas psicológicos (síntomas de estrés postraumático o depresión) y problemas físicos (infecciones, sangrados, etc.).

Por los motivos expresados anteriormente, se hace difícil conocer el alcance real de la violencia sexual perpetrada por los distintos grupos, por lo que se alerta de que las cifras que se ofrecen "son la punta del iceberg". Esta información se corrobora con la del UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) que informa que, a pesar de la dificultad que existe para saber la cifra real de violencia, "hay muchos relatos de violaciones y otras violencias, o de haber visto a otras personas sufrir una agresión sexual", por lo que la tendencia es verdaderamente preocupante.

Por otra parte, desde Oxfam se pone el foco también en la inseguridad de la que son víctimas las mujeres rohingyas en los campamentos de refugiados de Bangladesh, debido a que, además de por la violencia anteriormente comentada, éstas se encuentran diversos obstáculos a la hora de ganarse un sustento o trabajar en lugares tradicionalmente reservados para el hombre. A su vez, más de un tercio de las mujeres con las que ha tenido contacto Oxfam afirman no sentirse seguras cuando van a buscar agua, cuando van al servicio, y evitan comer y beber en horas claves para no tener que utilizarlos, lo que está produciendo un "empeoramiento de su situación en materia de seguridad y bienestar".

Finalmente, debido a las presiones de organizaciones como Amnistía Internacional, en septiembre de 2018, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó la creación de un nuevo mecanismo internacional dirigido a la recopilación y protección de pruebas, así como la preparación de expedientes para el procesamiento penal de los responsables de los crímenes perpetrados contra la población rohingya, cuya dimensión supera con creces los ejemplos aquí vistos.

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