OPINIóN
Actualizado 29/07/2019
María Jesús Sánchez Oliva

Aunque seguimos con un gobierno en funciones y seguiremos por mucho tiempo, no es correcto decir que España es un país en funciones, lo acertado es decir que es un país de brazos caídos, pero ya nadie puede culparnos de ello a los españoles, la culpa es de nuestros políticos, una pandilla de charlatanes que solo se diferencian unos de otros por las siglas de los partidos.

Los españoles decidimos un día que había que acabar con el bipartidismo, estábamos hartos de dos partidos que se mataban el uno al otro por la tarta del poder con el mismo propósito: empadronarse en la Moncloa para el resto de sus vidas, lo que hacía que cada cuatro años todo se viniera abajo y tuviéramos que volver a empezar de cero. Pero el darles paso a partidos nuevos solo nos ha servido para tener que votar cada dos por tres, soportar campañas electorales que han acabado con nuestra confianza, con nuestra paciencia y con nuestro interés, y lo más imperdonable: para obligarnos a soportar mociones de censura e investiduras fallidas que nos han llevado a ser gobernados a golpe de decretos leyes que han multiplicado todos los problemas sociales, políticos y económicos que sufrimos.

Las pocas dudas que a los españoles nos quedaban de la falta de moralidad de estos personajes, de su irresponsabilidad y de la total ausencia de respeto a los ciudadanos, se nos han despejado con la fallida investidura de Pedro Sánchez. ¿Cómo es posible que los mismos que le apoyaron para desbancar a Rajoy ahora le nieguen su apoyo para gobernar? ¿Cómo se puede explicar que los partidos que están en contra de los partidos independentistas lo empujen a tener que buscar sus apoyos? Si sus principios no les permiten pactar con el PSOE, ¿por qué han pactado para formar gobiernos autonómicos o locales? ¿Quién puede entender que ni entre los partidos de izquierda se pongan de acuerdo?? Nos preguntemos lo que nos preguntemos, solo encontramos una respuesta: que ni les importa España, ni les importan los españoles.

Gracias a este desprecio que en el colmo de la desvergüenza no dudan en demostrarlo, tendremos que volver a las urnas, pero no es fácil que unas elecciones resuelvan las cosas. La mayoría de los ciudadanos, animados por la certeza de que su voto no sirve para nada, se quedarán en casa, y habrá que seguir votando hasta que las nuevas formaciones pasen a mejor vida y volvamos al bipartidismo.

Para que España deje de ser un país en funciones para siempre, solo hay una solución eficaz: cambiar la ley electoral para que gobierne el partido más votado, que es el que representa a la mayoría, o lo que dice una amiga mía: que dejen de percibir el sueldo en cuanto empiecen a estar en funciones, y yo la apoyo porque si no funcionan o funcionan mal, más que ganarlo, lo roban.

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