OPINIóN
Actualizado 27/07/2019
Fructuoso Mangas

Me pareció interesante y curiosa la afirmación que hacía un arqueólogo al hablar de él. Me refiero al trocito de barro cocido encontrado en las excavaciones de Beit Shemesh no lejos de Jerusalén; tiene una sorprendente inscripción de hace tres mil años y de ella decía el arqueólogo que era el SMS más antiguo que se haya conocido, en una comparación que por la brevedad y contención del texto me parece acertada y un tanto original.

La antigüedad, la conservación de la inscripción y su estudiada lectura son detalles que le dan al objeto una relevancia especial, sin duda. Pero casi más sorprendente me resulta el contenido de la inscripción, sobre todo teniendo en cuenta que es uno de los textos más antiguos que tenemos.

El texto, con algunas dudas todavía en su lectura exacta, dice: "Haced justicia al esclavo y a la viuda. Haced justicia el huérfano y al extranjero. Defended al niño, al pobre y a la viuda. Sostened con mano de rey al menesteroso". Y repito que el inspirador de esos cuatro mandatos de solidaridad y de justicia es anterior a los líricos griegos, anterior incluso a los profetas de Israel y trataba de mejorar la sociedad de su tiempo, allá por unos mil años antes de Cristo.

Se agradece, sobre todo moralmente, el descubrimiento de que hace tres mil años ya hubiera personas que mirando las miserias e injusticias que le rodeaban invitara al cambio social con esos cuatro mandatos referidos a esclavos, mujeres viudas, huérfanos, extranjeros y pobres: son los grupos más oprimidos desde siempre, los que no tienen libertad, las que además de ser mujeres en una sociedad tan masculinizada carecen del apoyo y defensa de un marido, los que no tienen padre ni madre que amen y acompañen, los que no tienen tierra ni referencia en un país que no es el suyo y los que no tienen dinero o/ni trabajo o/ni bienes y viven en la pobreza. Sorprende que tres mil años después sigamos con las mismas heridas y que los cuatro mandatos del trozo de barro tengan que seguir en pie, incluso quizás con más urgencia.

Habrá que pensar en la inscripción de Gortina en Creta defendiendo los derechos de la familia y de la mujer, en la escritura que hace Jesús en el suelo ante la mujer a punto de ser lapidada, en las inscripciones jeroglíficas invitando a la cordura meditando en el más allá, en las propuestas de vida honesta en la fachada primitiva de la Universidad de Salamanca, en las antiguas ¿y falsas? inscripciones en quenya élfico de Valimor con invitaciones al espíritu colectivo y a la acción solidaria, en las milenarias inscripciones de Sedeinga en Sudán pidiendo respeto para los huérfanos y extranjeros? y en muchas más. Y escuchar a través de tantos mensajes repartidos por el mundo en estelas, inscripciones, jeroglíficos, óstracon, piedras con textos jurídicos, tejuelas y tumbas más antiguas o más recientes, los mensajes en defensa de los más débiles en sociedades tan distintas. Muestran la parte más sana y más humana de sociedades antiguas desaparecidas. Y esa parte sana y humana sigue en pie.

Y quiero pensar (y esto no es científico, pero no por eso va a ser falso) que estas propuestas de acción humana, justa y solidaria son algunos de los puntos de mayor lucidez que hemos alcanzado a lo largo de nuestra historia. Y estamos, o eso me parece, en un momento privilegiado de esa larga historia.

Por ejemplo en el mundo actual hay medios económicos suficientes y la adecuada capacidad de gestión para acabar a medio plazo con el hambre y la miseria que viven cerca de mil millones de personas, pero falta voluntad política y fortaleza moral y hasta libertad de acción y de conciencia en los poderosos de la tierra para acordarlo, programarlo, gestionarlo y conseguirlo. Los que pueden no quieren, por eso vivimos tiempos sombríos.

También como ejemplo nos duelen y escandalizan las dramáticas llegadas de inmigrantes a Lampedusa o a Algeciras o al más grande campo de refugiados, el de Dadaab, en Kenia (¡su población es dos veces la de Salamanca!) o a El Paso en ese Tren de la Bestia que atraviesa todo México en un viaje de hambre y de locura, sin pararnos a contar, porque esos apenas cuentan, los miles de muertos en el intento, por tierra o por mar, que da igual. Todos son prácticamente invisibles.

Y sin embargo descontando ahora el apasionado trabajo de muchas ONGDs en los países pobres del Sur que cada año evitan la huida de cientos de miles de africanos o de hispanos creando progreso y dignidad, los estados, tan poderosos y prepotentes ellos, todos, sean del Norte o del Sur, se desentienden de esa solución, posible y lenta pero segura, para ir deteniendo esa marea de hambre y violencia que llega desde el Sur a lo ancho de medio mundo. Incluso ni son capaces de alcanzar ese vergonzoso e insuficiente y mal diseñado 0´7% de "ayuda" a países en desarrollo. Sé que podrían, pero no sé si quieren e incluso creo que en realidad no saben.

Y todo este sombrío recorrido a cuenta del pequeño trozo de barro encontrado en Beit Shemesh a veinte kilómetros al oeste de Jerusalén.

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