OPINIóN
Actualizado 27/07/2019
Julio Fernández

Profesor de Derecho Penal de la Usal

Durante las sesiones de la frustrada investidura del presidente del gobierno, de esta semana, hemos podido comprobar discursos, detalles y anécdotas de todo tipo, aunque han predominado más, por desgracia, los negativos que los positivos.

Comenzando con los segundos, hacía mucho tiempo que no se percibía tanto interés por las intervenciones de los diferentes líderes políticos replicando el discurso inicial del candidato fallido Pedro Sánchez. En los más de 40 años de elecciones democráticas ?desde el 15 de junio de 1977 que se celebraron las primeras-, nunca se habían quedado tantos diputados en el hemiciclo para escuchar las diferentes alocuciones como en esta ocasión, lo que, indudablemente, enriquece el debate e incrementa la reflexión crítica sobre los temas de discusión. El problema es que los debates no se han centrado en el análisis de los problemas de los ciudadanos y en la discusión sobre cómo afrontar las soluciones a estos problemas, sino en el insulto, las descalificaciones personales y el ataque inmisericorde al adversario político.

En relación con las anécdotas negativas, considero que nuestros representantes políticos deberían ser más respetuosos con los principios que informan la dialéctica parlamentaria. La inviolabilidad de los diputados y senadores, aunque debe garantizar siempre la libertad de expresión de éstos en el ejercicio de sus funciones, debería tener límites, que son los derivados de la elegancia, la buena educación y el respeto al adversario, tanto en las expresiones como en los gestos.

No es de recibo que cuando está interviniendo el representante de una formación política, los miembros de otras "bancadas" se dediquen a golpear los escaños y a provocar murmullo en el ambiente con el único propósito de poner nervioso y desestabilizar a quién está en el uso de la palabra en la tribuna de oradores.

En este bochornoso capítulo siempre hay diputados más descarados que otros y, quienes podrían llevarse el trofeo limón, son los líderes de Ciudadanos Albert Rivera e Inés Arrimadas. El primero, por la efervescencia que transmite en los actos públicos desde hace mucho tiempo, que se manifiesta en una inquietud física permanente y en una ansiedad psicológica constante. Estas conductas de Rivera las evidenció claramente una vez finalizados los debates electorales al que asistieron los líderes de las principales formaciones políticas. Mientras los demás candidatos estaban aparentemente relajados conversando serenamente con los demás, Rivera parecía un púgil entrenándose en los prolegómenos de un combate de boxeo. Este comportamiento, ¿obedece a algo en concreto o es solamente una manifestación del odio personal sistemático que tributa al candidato socialista? Debería explicarlo, la ciudadanía tiene derecho a estar informado sobre los personajes públicos que nos representan.

Aparte de exteriorizar esta especie de "baile de San Vito", Rivera utilizó, en su intervención, una terminología más propia de organizaciones criminales que de formaciones políticas que, por un lado, negocian y pactan programas de gobierno y, por otro, se ponen de acuerdo para hacer una oposición real y efectiva al gobierno de turno. Así, Rivera acusaba a Sánchez de ser el jefe de una "banda", que va a negociar y pactar con otras bandas para "repartirse el botín". Esto, en la sesión del martes, porque el jueves y ya conocido que no iba a ser investido Sánchez, afirmó que "la banda no se ha puesto de acuerdo para repartirse el botín". Esta acusación es dificilmente compatible con la contestación que Sánchez dió a Iglesias en la sesión del jueves, afirmando tajantemente que "si me obliga a elegir entre la presidencia de España o mis convicciones, elijo mis convicciones". Al señor Rivera le traiciona el subconsciente y debería mirarse al espejo, dado el insoportable mercadeo con el que Ciudadanos ha negociado gobiernos municipales y autonómicos apoyando a PP y Vox a pesar de que ni aquél ni estos hayan sido primeras fuerzas elegidas por los ciudadanos en las diferentes confrontaciones electorales. El último episodio de esta triste realidad ha tenido lugar con la designación de senadores por Castilla y León, por los procuradores de las Cortes de esta Comunidad, donde se ha aprobado la propuesta de Javier Maroto (que ha representado siempre al País Vasco) como senador, a pesar de que nada tiene que ver con la región castellano-leonesa. Como contraprestación al apoyo de Ciudadanos, en las Cortes, para que Maroto fuera elegido, PP, Ciudadanos y Vox, se han puesto de acuerdo para adjudicar una vicepresidencia en la Diputación Provincial de Valladolid a Gema Gómez, diputada provincial de Ciudadanos en Valladolid. ¿No es este el mejor ejemplo de reparto de botín -según su terminología- Sr. Rivera?. Es normal que el cuerpo enfermo de Ciudadanos siga sangrando abundantemente por todas sus heridas. La última manifestación ha sido la salida de otro de sus miembros históricos, Francisco de la Torre.

Por otra parte, la fiel compañera de Rivera en su partido, Inés Arrimadas, también hacía lo propio en las sesiones de la investidura fallida del Congreso, siempre con gestos provocadores y chulescos, parecidos a los que utilizó en la marcha del orgullo LGTBI cuando, junto a otros miembros de Ciudadanos, fueron abucheados por pactar con Vox ya que ésta es una formación política reaccionaria. Ha quedado demostrado que los miembros fundamentalistas de Ciudadanos viven y si alimentan del odio y la provocación. ¡Allá ellos!

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