OPINIóN
Actualizado 23/07/2019
Fernando Robustillo

Es muy difícil jugar a ser profeta y mucho menos en política. Quién se atreve a decir que la votación de mañana o del jueves nos vaya a traer un gobierno. Nadie puede asegurarlo. Y hasta es posible que no exista ningún órdago por parte de Sánchez y vayamo

El desacuerdo, a derecha e izquierda, se encontraba ayer tan trabado que, si se hicieran apuestas, la casilla de nuevas elecciones gozaría de mayor cantidad de fichas que la posibilidad de que Sánchez fuera investido presidente.

Por supuesto, esa opción en los partidos de derechas se contemplaba de antemano y Sánchez, al no existir otra propuesta de investidura, ha reclamado la abstención a estos mismos partidos, con resultado negativo. Y, por otra parte, la opción del sí en la izquierda se halla tan encallada, que parece muy difícil.

Unidas Podemos, como es sabido, se trata de un grupo dividido en cuatro facciones: Mareas e Izquierda Unida, que por una parte parecen menos reacios a un acuerdo, y Podemos y Comú Podem, a quienes se les ve, respectivamente, muy renuentes o con poco entusiasmo.

Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos, finalizó su intervención con una petición que para él era innegociable: gobierno de coalición con proporcionalidad en el Consejo de Ministros y reparto de los ministerios de mayor relevancia. "Nosotros no queremos entrar en coalición para ser un partido meramente decorativo", señalaba Iglesias.

Pero si vamos por partes y somos justos debemos decir que lo que realmente ha tenido función decorativa ha sido el programa de Sánchez. Es una pena, pues contiene propuestas de mucho calado para todo el país.

Seis ejes conformarían su política: Trabajo y pensiones (respectivamente, apostar por el trabajo fijo y volver al pacto de Toledo); liderar el campo digital ante los desafíos que se presentan de forma internacional; clima (transición ecológica); mujer (luchar contra la violencia de género, exclusión social y hacer de España un referente mundial del feminismo); avanzar contra la desigualdad social; y la importancia de una Europa unida. Todo meticulosamente desarrollado, hablando de viviendas, alquileres, becas, comunicaciones (Extremadura y Cantabria, principalmente), España vacía, dependencias, etc.

¿Y todo esto para qué? Para nada. Casado le recuerda a Sánchez haberle dicho muchas veces: "ensanche usted el espacio de moderación para que nosotros podamos estar en él". Es de chiste. Solo faltó decirle: "Tome usted el programa de mi partido y ofrézcamelo". Sánchez le pidió la abstención por responsabilidad y por creerle un partido de Estado. La contestación fue negativa.

Rivera ni se refirió a las propuestas de Sánchez. Le bastó con hablarle de sectarismo, de conocer el "plan Sánchez y su banda" y de los cuatro millones de votantes que Ciudadanos tiene detrás. Tanto fue así, que tuvo que escuchar de Sánchez "que en las últimas encuestas el 70% de esos mismos votantes le pedían a usted que mañana se abstuviera". Pero en Rivera da la impresión de que exista algo personal que le impide el diálogo con Sánchez. Su alteración es evidente. No obstante, el presidente le pidió la abstención, no por él, sino por España.

Por último, habló Abascal y las respuestas de Sánchez fueron para Casado y Rivera, a quienes les hacía responsables de darle oxígeno. "Usted, señor Rivera, pacta con la ultraderecha pero que parezca un accidente".

Hoy terminarán de expresarse el resto de grupos y cuenta con muchas papeletas, ya lo hemos dicho por lo que pudimos observar, que vayamos a nuevas elecciones. Y en tal caso, la única lógica en la campaña será la de "echarse el muerto" unos a otros.

Y como lo prometido es deuda, "echar el muerto" es una expresión que viene del medievo. Y según aquellas leyes, cuando una persona aparecía muerta violentamente y no se podía descubrir al culpable del asesinato, todo el pueblo respondía por su fechoría obligados a pagar una multa llamada homicidius. Por ello era común que la gente callara y, en mitad de la noche, trasladaban el cadáver hasta el pueblo vecino para que fueran ellos quienes lo pagaran.

Esto no ha cambiado nada. Al final, si nuestros políticos no se ponen de acuerdo, el muerto (o el pato) siempre lo pagará el pueblo.

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