Querida Luna: Han pasado cincuenta años, cinco décadas, medio siglo, desde aquel 20 de julio de 1969 en el que Neil Armstrong, Collins y Aldrin fueron a visitarte. Desde la Tierra todos esperábamos verte reír de alegría por el encuentro con el hombre, o llorar de miedo por tan extraña presencia, pero ni una lágrima, ni una sonrisa, solo el pie de uno de los astronautas pisando tu superficie y sus palabras, esas palabras que en estos días no se han cansado de recordárnoslas: "Esto es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad". Pero ¿qué ventajas ha sacado la humanidad de esta hazaña?
Decir que ninguna sería negar la verdad. Gracias a la preparación de los distintos viajes y a las soluciones que hubo que buscar para resolver los problemas que abordo de las naves surgían en los equipos electrónicos hemos avanzado en la informática, las telecomunicaciones y la robótica. La medicina espacial ha contribuido considerablemente al desarrollo de las técnicas de exploración biomédicas como la resonancia magnética, los tacs, las ecografías, los termómetros digitales, la cirugía láser, las máquinas de diálisis, los audífonos y la telemedicina. También hemos avanzado en la conservación de comidas precocinadas, en el diseño de prendas deportivas y en materiales para reducir el frío y el calor en las viviendas. Y aunque no serían estas cosas las que se buscaban, debemos felicitarnos por haberlas encontrado. Pero ¿eran necesarios tanto dinero, tiempo y personas para conseguir esto?
Seguramente hubiera bastado con emplear los mismos recursos y los mismos esfuerzos en la Tierra para conseguir esto y mucho más, pero así funcionan estas cosas por aquí: unas veces avanzamos gracias al trabajo del hombre, y otras porque la casualidad le sale al encuentro. De cualquier modo, lleguen como lleguen, los avances son siempre bien recibidos. Es sabido que si no se buscaran o no se encontraran seguiríamos viviendo en cavernas, encendiendo el fuego con dos piedras y durmiendo sobre la hierba, y no es así, afortunadamente. Pero a partir de ahora ¿te seguirán molestando, o te dejarán en paz?
De momento, querida Luna, parece que empiezan a convencerse de que en tu suelo no podrán sembrar un huerto que les permita alimentarnos a todos, ni encontrar fuentes de energía que nos garantice la electricidad durante miles de años, ni otros recursos que ni siquiera sabemos si los utilizarían para bien o para mal, y aunque no te olviden del todo, te saludarán con la mano al pasar, y seguirán camino de Marte, por lo que de momento puedes seguir en tu sitio y entregada a lo tuyo: a veces creciendo, menguando a veces, siempre dando vueltas alrededor de la Tierra para acompañarla, pero nunca feliz, porque cuando los veas pasar dispuestos a arreglar un planeta que ni siquiera saben si está desarreglado, volverás tus ojos de plata al nuestro, verás cómo lo están destrozando a golpe de guerras, de hambre, alzando muros, prohibiendo salvar vidas de inmigrantes que tienen que huir de sus países, formando terroristas y otras barbaridades evitables, y no sé si tu condición de satélite te permitirá sentir, pero sí sé que, si así fuera, sólo podrías sentir vergüenza del hombre.