OPINIóN
Actualizado 16/07/2019
Charo Alonso

La escritora y profesora universitaria Celia Corral Cañas nos dijo en una entrevista de pájaros y ramas en el Parque de los Jesuitas, que los estudiantes de la Universidad de Salamanca tenían que salir de la torre de marfil de los libros y las pantallas para vivir las calles y las plazas, ciudad secular que se llena de pájaros estudiantiles que emigran en verano, verano charro que acaba con las Ferias de la patrona, toro y fiesta popular. Plazas y patios donde la gente se sienta en las terrazas a ver pasar la vida mientras la actualidad, las vacaciones de otros, y hasta la ciudad siguen su ritmo sostenido más allá de la charla y de la caña, más allá de ese momento a flor de asfalto donde nos sentamos. Tiene la terraza esa dejadez tan nuestra de detenernos y dejar que fluya el río de la calle a la desembocadura de la Plaza, turistas y gentes sentados mientras el que tiene prisa se afana por sortear sillas, mesas, camareros y sombrillas.

Salamanca florece en las calles y más cuando se llena de teatro, eco medieval de los cómicos expulsados de la iglesia cuando la obra tenía más de profano que de celebración religiosa de Pasión y Natividad. Teatro en la calle, a pie de pórtico, las piedras seculares como único decorado de aquellas gentes de mal vivir ?gente de teatro, gente de maltrato se decía en el barroco mexicano- que congregaban en torno a su persona toda la subversión que cabía en una sociedad estamental de silencios y sometimientos. Teatro en la calle para el que hay que llevar la sillita de enea y disfrutar de los cómicos que trae la Diputación en los pequeños pueblos de nuestra Salamanca, Ayuntamiento adherido a los programas culturales, cine de verano, tiempo de chaquetita para el fresco de la noche que se hace cálida de charla y de cultura. Calles para el teatro y teatro para la calle? silencio que no sabe de coches ni de terrazas para escuchar a los protagonistas de una ciudad que, este verano, nos recuerda nuestra historia más oculta y más reciente: Carmen Martín Gaite en su Plaza de los Bandos en agosto, Inés Luna Terrero ahí en las Úrsulas representada por Komo Teatro, tan cerca de su casa de la Cuesta Moneo, tan cerca de la casa donde murió Unamuno.

La casualidad es sabia y pone como fondo la casa del Rector ahí donde el personaje de Miguel Primo de Rivera, quien mandara al exilio al escritor bilbaíno afincado en Salamanca, arenga al público con sus ideas de dictador avant la lèttre. Porque Primo de Rivera es uno de los protagonistas de la historia de España más fecundos en lecturas, símbolo fiel de lo mejor y lo peor de un siglo XX convulso y a ratos pintoresco. Discurso febril contra la política, los políticos y sus desmanes ?que resulta dolorosamente actual vista la capacidad que tienen de eternizarse en las disputas- que resuena en la calle por donde paseaba Miguel de Unamuno camino del Parque de San Francisco, primer jardín público de la ciudad, huerta del convento de San Francisco el Grande, quemado tras la francesada. Jardines religiosos, como el Parque de los Jesuitas que llevó a todos el alcalde Jesús Málagra, teatro para la ciudad en la voz de grupos salmantinos, gente de barrio, gente de teatro, ecos de historia recién pasada con la actualidad de la modernidad y de la evocación. Miguel Primo de Rivera resonando contra las paredes de la casa de Miguel de Unamuno en la voz de Félix Nieto Ballestero, excelso actor de Komo Teatro. La casualidad conjura el tiempo, el espacio, las calles, plazas y patios en los que vivir la historia y compartir la vida. Feliz verano.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez.

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