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Dice Emilio, el camarero, que soy un pesado, que me repito mucho y que no hago más que mandar chistes y artículos contra la fiesta de los toros.
Le respondo que no es cierto, porque no hay fiesta, sino tortura. Y añado que si no le parece pesado que en este mismo medio haya una sección diaria dedicada a reseñar y enaltecer la subcultura del dolor y la muerte del animal.
Muy ofendido, replica que eso es libertad de prensa.
Me ha dejado las cosas claras: hablar de los toros es libertad. Hablar contra la tauromaquia es ser un pesado.
Así nos va.