Conocemos la historia de tres de los usuarios, y lo que significa para muchos pasar de "que no daba nada por mí" a que "tengo ganas de vivir"
Hay tantas historias como residentes en Casa Samuel. No esperen encontrar historia de vidas sencillas, pero sí recordar alguna valiosa lección, como que el desconocimiento genera prejuicios. La gran mayoría de las veces basta con escuchar al otro, sin más. Y para eso hemos ido a Casa Samuel, recurso de acogida de Cáritas Diocesana de Salamanca, para hablar con los que han encontrado aquí algo más que un techo, apoyo, ayuda, "comprension y cariño".
A Juan Carlos lo delata su acento del sur, de donde viajó hasta Burgos. Comparte con otros usuarios que están o han estado en Casa Samuel ser un superviviente, "tengo diagnosticado VIH desde el año 1986, con 16 años", aunque no sería hasta 2007 cuando empezara a tener problemas serios de salud. Durante 20 meses, relata, estuvo en una comunidad terapéutica en la provincia burgalesa, desde donde llegó a Salamanca, como reconoce, "porque me enamoré de mi terapeuta". Tras una "mala racha" acabó otra vez en la calle, "pero no sé ponerme a pedir". Ahora, 8 meses después, "estaba que no daba nada por mí y he retomado mi medicción todos los días, tengo ganas de vivir, y luego la experiencia que tengo aquí con ellos para mí es fundamental, me tomo las cosas más en serio".
En el caso de Ángel, otro de los residentes de Casa Samuel desde hace 5 años, los problemas de salud, un diagnóstico de EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) le obligan a estar conectado a una máquina de oxígeno portátil las 24 horas del día. "Ni así dejo de fumar", confiesa, "fumo menos, y aunque afortunadamente he dejado otras dependencias, creía que el tabaco lo podría dejar cuando quisiera, pero no". La convivencia no siempre es fácil, y como relata, en su caso, la primera vez que llegó a Casa Samuel "tuve un altercado y me expulsaron". También reconoce que "cuando volví a pedir su ayuda, me volvieron a admitir".
Por cuestiones de salud, y porque "necesitamos tratamiento", Jesús, como él mismo apunta, es un residente "habitual" de Casa Samuel.
Todos reconocen haber sufrido, en algún momento de su vida, situaciones de rechazo cuando han hablado de VIH, por desconocimiento en la gran mayoría de los casos. "Agradecimiento" es la palabra con la que resumen lo que ha significado tener abiertas las puertas de Casa Samuel. "Casi todos los que no vemos aquí estamos por habernos retado con los familiares, y luego cuando te has visto en esta situación no has sido capaz de decir he fallado, ayudarme", porque como añade Juan Carlos, "es muy importante pedir ayuda cuando tienes un problema".