OPINIóN
Actualizado 13/07/2019
Miguel Mayoral

La gente ya no quiere ser ni elegante, ni inteligente, ni responsable, ni licenciado, ni doctor, ni siquiera líder, ni nada... tan sólo quiere seducir. Seducir no es otra cosa que apoderarse de alguien de confundirlo con medios hábiles e insinuantes.

La acción de seducir lleva el placer añadido de dejarse seducir. Aparentar sucumbir al placer equivale a alcanzar la felicidad. La seducción por la seducción mata el aburrimiento, y la esclavitud de la realidad. Es como el comprar por comprar. La seducción del estado del bienestar consiste en la asunción de toda responsabilidad que le delegan los propios ciudadanos. Tener deberes o responsabilidades es una carga demasiada pesada, para quienes creen haber nacido con derechos... Para algunos hasta es un orgull@ pasearse por la calle haciendo el mamarracho, el irreverente, proclamando toda su soez y su degradación, mientras el Estado vela para que el ciudadano sea libre de luchar por su propio placer. Asume incluso toda la responsabilidad para que todos podamos ser irresponsables... De ahí que cada día tengamos más conversos a una nueva religión que llegan de todas partes a nuestro país.

A día de hoy un programa verdaderamente político es aquel en que el poder asume todas las responsabilidades o competencias, incluso la idea de lo que está bien o mal, o quién es el enemigo a batir, o sea a los que no piensan de la misma forma, convirtiendo a la política en un espectáculo. La ideología como instrumento está dando paso a la imagen, y a la apariencia como armas inequívocamente veraces. Asistimos y siempre hemos asistido a títulos, másteres, doctorados, que adornan curriculum vitae comprados en cualquier supermercado universitario, para gente de la clase política que aspira o aspiraba después a una puerta giratoria en la administración. La consecuencia es que parece que ahora se quiere salvar a las masas de su aversión a la responsabilidad y al estudio. No es raro que esta forma de consecución de un futuro haya seducido a más de uno a lo largo de la historia. Pero al final el camino se demuestra andando. Como decimos en Castilla el paño bueno se guarda en arcas viejas, o que es lo mismo que decir que la sabiduría se consigue con la edad.

La política espectáculo o aparente enmascara los problemas de fondo, sustituye los programas por el encanto, la imagen, el buenismo o infantilismo, incluso la soez a la que cada día estamos más acostumbrados, y entorpece la verdadera capacidad de razonamiento y juicio, en provecho de las reacciones emocionales y de los sentimientos irracionales de atracción y simpatía. Con esta realidad de media política, los ciudadanos se han infantilizado o desaparecido, ya no se comprometen en la vida pública y se han alienado con artilugios e imágenes. La democracia se ha pervertido. Que de repente la vida imite a la ficción, que la gente descubra que muchos se labran una vida intelectual que va al compás de la imagen, es la confirmación de que la apariencia y la seducción por la imagen es hoy el nervio social más poderoso, y que la imagen manufacturada para algunos es todavía irresistible, a pesar de muchos de esos guapos y guapas de antaño marras, del corazón y papel couché de la década de los noventa están hoy arruinados, muertos y olvidados.

Que alguno crea que todavía puede liderar imitando a la ficción, y que la gente no descubra que lo real va más allá de la imagen, es la confirmación de que la apariencia es hoy de nuevo el nervio social más poderoso, y que la imagen manufacturada es irresistible, y apoyada por las nuevas tecnologías. La realidad queda a un lado, no existe.

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