Esta semana salió a la luz la última encuesta sobre intención de voto para elecciones generales, realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), arrojando la misma unos datos cuanto menos peculiares.
En primer lugar, llama la atención, en este sondeo, la posición tan destacada que ocupa el PSOE, que aparece como líder indiscutible (con casi un 40% de voto), situándose casi 25 puntos porcentuales por delante del siguiente partido, que curiosamente, es Ciudadanos en el sondeo (con un 15'8%), y no el PP (al que se da un 13'7%) como podría caber esperar, teniendo en cuenta que fue la segunda fuerza en las pasadas generales y que no ha sido sorpassado por los naranjas en ninguna autonomía.
Y es que, si hacemos un análisis comparativo de la encuesta del CIS con respecto a los resultados de las elecciones generales de abril, las cifras otorgadas por el sondeo se antojan poco verosímiles.
Así, si la lógica lleva a pensar que el PSOE podría crecer a costa de Unidas Podemos por la izquierda, y Ciudadanos por el centro, vemos que el sondeo le otorga a los socialistas 10'8 puntos más que en los comicios de abril, pero sin embargo los de Pablo Iglesias apenas pierden 1'6 puntos, y Ciudadanos apenas bajaría 0'1.
De esta manera, es complicado explicar la subida que da el CIS al PSOE, si tenemos en cuenta que de sus dos caladeros de votos más probables apenas se irían 1'7 puntos, y a los socialistas se les da una subida de cerca de 11 puntos.
Asimismo, resulta llamativo que, si bien el PP sería el partido llamado a priori a recoger la mayor parte de los votos perdidos por Vox, según el CIS los populares no sólo no recogerían los 5 puntos que perderían los de Abascal, sino que perderían a su vez 3 puntos, pasando de un 16'7% a un 13'7%.
Dicho de otro modo, Vox perdería la mitad de sus votos, pero según el sondeo del CIS, de ello no se beneficiarían ni PP ni C's, que a su vez perderían también votos, como también lo haría Unidos Podemos, siendo el único y gran beneficiado según la encuesta el PSOE, que crecería casi once puntos a costa de los ocho puntos que perdería la derecha, y los tres que verían reducido su electorado Unidos Podemos, los regionalistas y los nacionalistas.
Y es que, si vamos al ámbito de los partidos regionalistas y nacionalistas, hay varios datos que resultan más que llamativos y, sobre todo inverosímiles. En primer lugar, en lo que a formaciones regionalistas se refiere, llama la atención la pérdida de la mitad del electorado que anota el CIS a Navarra Suma (del 0'4% al 0'2%), hecho que no parece creíble, sobre todo si se tiene en cuenta su aumento de poder en las últimas elecciones locales y autonómicas en Navarra, donde ganó las generales. No obstante, también parece difícil que el cantabrista PRC se quedase sin votos como apunta el sondeo.
Asimismo, llama especialmente la atención, respecto a las fuerzas nacionalistas, la debacle de Coalición Canaria que señala el CIS, anotándole una inaudita bajada del 0'5% que obtuvo en abril a un 0'1% en este sondeo. Una debacle que también presupone para Junts per Catalunya, para la que pronostica un paso del 1'9% al 1'2%, aunque sin dar un beneficio a la formación que estaría llamada a recoger su pérdida de voto, ERC, a la que mantiene en el 3'9% que obtuvo en las pasadas generales. Del mismo modo, respecto a los partidos vascos, mantiene al PNV el resultado de abril, mientras a Bildu le hace caer del 1'0% al 0'8%.
Por último, habría que tener en cuenta que, en la pregunta 36c de la encuesta del CIS, el 92'4% de los españoles manifestaba que votaría al mismo partido que en abril, y apenas un 3'3% señalaba que cambiaría su voto, por lo que parece difícil que se vaya a dar un vuelco electoral tan fuerte como el que apunta el resultado final de la estimación.
En definitiva, la última encuesta del CIS se antoja difícilmente creíble por diversos motivos, siendo el principal de ellos que arroja unos trasvases de votos entre partidos, con respecto a las elecciones generales de abril, que parecen ciertamente increíbles. Y es que, quizá solo pueda tomarse como 'ruido' para preparar el terreno hacia el debate de investidura.