OPINIóN
Actualizado 04/07/2019
Luis Castro Berrojo

Se dice que el presidente Ronald Reagan quedó muy impresionado tras ver la película "El día después" (The day after, Nicholas Meyer, 1983), hasta el punto de que cambió radicalmente su política exterior, frenando la carrera de armamentos ?que incluía "La guerra de las galaxias"? y preparando los acuerdos de distensión nuclear con la Unión Soviética en su segundo mandato (1985-1989). De la idea de una guerra nuclear limitada o de teatro contra el "Imperio el mal" (en escenario europeo, dicho sea de paso), se cambió a enfocar la seguridad internacional como algo compartido, concepto sin duda más compatible con el sentido común. Hubo así una segunda distensión y un respiro general, semejante al que se vivió tras la crisis de los misiles de Cuba de 1962. De ahí salieron una serie de acuerdos sobre armas atómicas (INF, START) que ahora Donald Trump pone en entredicho. Por eso se habla ya abiertamente de una segunda o tercera guerra fría.

La película de Meyer tuvo la virtualidad de poner en imágenes los miedos de toda una generación: la "loca" (MAD) o destrucción mutua asegurada como consecuencia de una guerra nuclear masiva. (En el film no queda claro quién es el que lanzó el primer misil, algo irrelevante en ese contexto). Tras el apocalipsis, el diablo podía haber aparecido diciendo, como en las películas de Bugs Bunny: The End, "¡eso fue todo, amigos!". En España, sumida entonces en el debate sobre la OTAN, la película también impactó; tanto fue así que desde entonces ancló en el lenguaje ordinario la viciosa expresión de "el día después", que transforma en adjetivo a un adverbio y desplaza la fórmula "el día siguiente". De ahí también "el día antes", etcétera.

Nos preguntamos qué estímulos visuales deberían llegar a la demente caja cerebral de Donald Trump para que dé a su política exterior un giro semejante al que dio Reagan en los años 80, yendo hacia la cordura y recuperando, si no las normas el derecho internacional, hace tiempo pisoteadas por unos y otros, al menos el cuidado del equilibrio entre potencias, ahora tan inestable. La actitud de los halcones de EE.UU. respecto a Irán en estos momentos es como echar gasolina a un incendio, elevando la tensión donde es máxima desde hace décadas. El desprecio de los acuerdos internacionales en materia de justicia transnacional, medio ambiente, armas nucleares, comercio, etc., nos llevan a un escenario mundial donde impera a la ley del más fuerte y el quebranto del multilateralismo y de los principios de Naciones Unidas.

Mientras, la postura de la Unión Europea carece de consistencia, llegando incluso a asumir el ultimátum de Trump a las empresas europeas que negocien con Irán. La reciente designación de Josep Borrell como encargado de los asuntos exteriores de la U.E. no sé si puede apuntar una actitud alternativa y beligerante contra el pistolerismo de Trump y sus halcones. Tengo mis dudas. No sé por qué me viene a la memoria la imagen de Javier Solana como secretario general de la OTAN y de los chicos del PSOE, hoy venerables ciudadanos, haciendo campaña con aquello "de entrada no".

(Seguirá)

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