OPINIóN
Actualizado 29/06/2019
Fructuoso Mangas

No es fácil encontrar un pueblo que reúna unas características tan especiales, tan casi únicas y tan originales como Yecla de Yeltes. Y sin embargo es hasta para los de cerca un pueblo casi desconocido y medio sin explotar. O quizás exagero y no es para tanto ni para cuánto. De todas formas lo voy a intentar.

En realidad son dos pueblos, Yecla la Vieja y Yecla la Nueva, que así se llaman por buen nombre. Nos acercamos a los dos.

Hay un lugar privilegiado (40°56'36.38" N 6°29'07.01" O) a dos kilómetros al sur del pueblo actual entre el río Huebra, el arroyo Barlaña y el arroyo Pozo el Hollero con fuertes y estratégicos cortes en el terreno que lo hacen fácil para su defensa. Por esos cortes, pronunciados y profundos limitados por las corrientes de agua que hace veinticinco siglos serían sin duda mucho más torrenciales, el lugar (por cierto, llamado desde hace siglos "Lugar Viejo") se llamó Yecla, nombre que vendría a significar "corte" en habla celta. Allí se establecieron los vetones que ocupaban una amplia zona entre los Lusitanos al oeste y los Carpetanos al este, llegando por el sur hasta el Tajo y al Duero por el norte. El asentamiento de Hecla debió ser uno de los más importantes de toda la zona a juzgar por los restos que se conservan.

En el siglo XIV, una vez que pasa el peligro de las incursiones árabes y los habitantes de Hecla necesitan una nueva estructura de poblado para sus tareas agrícolas y ganaderas, decidieron abandonar el lugar viejo y construir un pueblo nuevo en una zona llana y por lo tanto más accesible y cómoda. Así nace Yecla la Nueva.

En el viejo asentamiento quedó la muralla, bastante bien conservada en todo su perímetro de cerca de dos kilómetros, con varios metros de espesor y cuya altura varía en el estado actual entre cuatro y seis metros. Es una exhibición de buena fábrica, de diseño acomodado al terreno y con tres grandes puertas de acceso y rodea y defiende un castro de especial amplitud, con buen diseño interior y de muy estudiada defensa. Hoy produce verdadera admiración al recorrerlo, a ser posible en primavera o en un buen otoño, por un sendero que lo rodea. Sin olvidar las sorprendentes calles y divisiones interiores, los paisajes que lo rodean y sobre todo las docenas de caballitos celtas que, esculpidos en las piedras, aparecen por cualquier lado si la mirada es hábil. Se puede bajar, con poco riesgo, hasta la Fuente del Moro, ya extramuros, o localizar en las afueras la cuadrilla de los Siete Infantes de Lara en sus caballos.

Después de asentamiento defensivo vetón, fue poblado romano del que quedan aún muchas huellas y restos, sobre todo innumerables enterramientos, para ser finalmente lugar cristiano que logra resistir las invasiones visigoda y árabe, de las que quedan testimonios, y que levanta poco antes de abandonar aquel emplazamiento una hermosa ermita dedicada a la Virgen del Castillo. Un museo en la nueva Yecla recoge lo mejor que queda de toda esta larga historia.

La visita exige una bajada de medio kilómetro por carretera hasta el lugar del Puente Un Ojo en el Huebra, para abarcar el panorama del castro y su estratégico emplazamiento. Se necesitan al menos dos horas para una visita sin demasiada prisa y otra para la visita al museo.

Queda todavía una mirada, con paseo incluido, a los seis siglos que lleva en pie el lugar nuevo, Yecla la Nueva, que por avatares de la historia y la envidia del señor de Ledesma, ha pertenecido a la jurisdicción de Santiago de Compostela hasta no hace mucho. Sinceramente no conozco ninguna otra población que tenga una distribución urbana como la de Yecla y es lástima grande que no queden testimonios de su fundación ni de los criterios que se siguieron para trazar calles y levantar casas.

Por el siglo XIV se levanta con planos y buen trabajo un pueblo de kilómetro y medio de circunferencia, con una plaza central cuadrada, en la que se va a levantar en el siglo XVI una gran iglesia de fuerte construcción y de interior amplio y bello; de cada lado de la plaza salen tres calles rectas, doce en total por lo tanto que desembocan en los extremos del pueblo. En el barrio más poblado, al suroeste, se abre una plaza mucho más pequeña y también cuadrada, "la placita", de la que salen a su vez cinco calles. Hay además tres largas vías que como calles especiales atraviesan en diagonal todas las demás calles. Sorprende comprobar todo esto, como puede hacerse fácilmente in situ o incluso por Google Earth.

Y se le añade al pueblo nuevo una curiosa y especial característica, porque en cada calle todas las viviendas están a un lado, primitivamente en el lado de los pares; en el otro, en la otra acera de la calle, están las entradas a corrales y dependencias de las viviendas de la otra manzana. Había una acera de lanchas de granito a lo largo de cada calle y sólo en el lado de las viviendas para no entorpecer la entrada de carros y animales a las dependencias del otro lado. Con el tiempo la distribución se ha pervertido por nuevas construcciones y divisiones de viviendas que no han tenido ya en cuenta aquella antigua armonía urbana. Por si fuera poco un alcalde de hace unos años tuvo la ocurrencia de quitar las lanchas de granito y poner una ridícula acera de mal cemento.

Sorprende esta planificación urbana que no he visto en ningún sitio, quizás en algún poblado o pequeña ciudad de Hispanoamérica y en cierta medida ya mucho después en algún poblado de los "pueblos de colonización" de los años cincuenta, sin negar que hay también una vieja huella de los esquemas urbanos de viejas ciudades europeas con esquema radiocéntrico.

Sin olvidar una visita, a ser posible guiada y documentada, al archivo de la iglesia parroquial, único en su género; hasta el punto de que ante la cuidada y hasta imaginativa seguridad que ofrece su construcción siguen en él los libros antiguos y los objetos de culto de la parroquia, algunos de especial valor, sin que hayan sido trasladados al Archivo diocesano.

Es un rápido repaso por algunas de las razones para hacer una visita tranquila y despaciosa al pueblo de Yecla de Yeltes a menos de una hora de Salamanca. ¡Son dos pueblos en uno! Y otro día, más datos sobre ellos. De todas formas ya estamos invitados.

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