Si yo fuera militante de Ciudadanos, probablemente me quedaría en la cama, ya que no podría levantarme ni con el pie izquierdo ni con el derecho. Con el izquierdo, por el veto absoluto, total y antológico al PSOE actual y a sus afines. Con el derecho, por el ninguneo, menosprecio y humillación de VOX y similares (si los hubiera).
Ya me dirán. Y tan malo o peor que eso es que todo el mundo me dice lo que debo hacer: desde la patronal y los empresarios, hasta Valls, Macron y toda la gabachería presuntamente progre. Un lío, un auténtico lío.
Y luego están las propias contradicciones, que no consisten en que cada miembro de su Ejecutiva piense una cosa distinta. ¡Faltaría más! ¿Dónde quedaría la libertad de expresión? Me refiero a que es capaz de fichar para el cargo más importante de una Comunidad a alguien tan siniestro y sospechoso como Silvia Clemente, a haber tenido en sus filas a gente que se ha pasado a asesorar al PSOE, como Carolina Punset y demás ocurrencias que no suceden ni en las plantillas de los equipos más desacertados.
Recordemos que Ciudadanos nació en Cataluña para defender a las gentes que creían en los valores constitucionales. Pues bien: si por él fuera, habría dejado la alcaldía de Barcelona en manos de los separatistas, con Ernest Maragall al frente. ¡Vaya por Dios!
También, hay que decirlo, se fundó para buscar el centro, el concierto y el compromiso de unos con otros? y ahora lleva camino de ser él quien no llegue a acuerdos con nadie y quedarse en un papel residual desde el que no pueda influir en la deseable concordia nacional.
Por eso les reitero que si yo fuese de Ciudadanos no sabría con qué pie salir de la cama. Sospecharía, en cambio, que así no podría compartir, no ya acuerdos, sino simples puntos de vista que seguro les son comunes a muchos españoles que han votado a distintos partidos. Y es que, si uno no habla con nadie, no puede extrañarse de que al final seguramente acabe hablando solo.