OPINIóN
Actualizado 28/06/2019
Félix López

Concluíamos en el texto anterior que en el pasado la religión con el Dios que "todo lo ve" y la confesión obligada, con el clero, estábamos más que vigilados. Hoy, incluso los creyentes, se sienten más liberados y dueños de su "conciencia", ante un Dios más benevolente y un clero más relajado. En esto, nuestra sociedad ha mejorado mucho.

Pero nuestra intimidad sexual está cada vez más amenazada. ¿Por quién? En varios días, desgranaremos algunos peligros. Hoy, el peligro que somos, para nosotros mismos, por los malos usos de la intimidad.

Son muchas las personas las que tienen la adicción a "hacerse presente", "ser conocidas", "ser viral" o "ser famosa". Algo que hoy es bastante fácil por el poder de los medios de comunicación y las redes sociales. El acceso es directo y sumamente fácil y eficaz. No hace falta ser una persona valiosa, genial, ni especialmente buena, educada o interesante. Basta con hacerse presente y contar las miserias, decir chorradas o hacer de palabra o hecho algo que provoque escándalo. La actriz que enseña un pecho, el hombre que inventa hazañas sexuales, quien insulta o dice tacos, quien vende los trapos sucios de la familia o su pareja, etc., son "los nuevos famosos".

¿Podría recordar y citar algún político por sus intervenciones extravagantes o salidas de tono? ¡Qué fácil es responder!

¿Y a quién citaría del mundo de la farándula? ¡Menuda lista podría hacer! Hasta basta con ser "hijo de" o "hija adoptiva de"?.

Los especialistas en comunicación han llegado a una teoría perversa: "lo importante es hacerse presente, que hablen de ti, bien o mal es lo de menos. Lo importante es que se hable mucho, aunque sea mal". ¿ Es cierta esta teoría?

Llamar la atención, señalarse por algo, también por contar, vender y hasta inventar la intimidad.

En una ocasión, en esas presentaciones cargadas y melosas que aburren y, al menos a mí, me incomodan, una presentadora acabó bordando mi supuesto currículum diciendo: "Y algo muy importante, que no puedo olvidar, sale mucho en televisión". Me atreví, con una sonrisa poco sincera, a decir: "bueno, gracias, pero salir en televisión, no creo que sea garantía de nada interesante".

Las redes sociales se han democratizado de tal manera que las opiniones, sobre cualquier tema, valen más, no porque estén fundadas o hagan reflexionar, sino porque "llaman la atención" y se hacen virales por algún motivo. En ellas además, me dicen, sinceramente no las uso, que sale también lo más indigno de las personas, como cuando la gente se enfada conduciendo. Y no digamos, el ejemplo de los padres, cuando van a ver jugar a sus hijos o hijas; o cuando van a ¿apoyar? a su equipo. Mucha gente se sale literalmente por su boca desbordando todas sus emociones contra el enemigo. Me gusta mucho el futbol, pero las pocas veces que he ido, o cuando he tenido que ver un Madrid-Barcelona en un bar, llego a la conclusión de que la mayoría no disfruta con el juego, sino con el "follón" que se crea ¡Qué tribales somos aun! A la salida afirman rotundos: "hemos ganado, le hemos metido una paliza", cuando su equipo gana; o "han perdido", "son unos inútiles", etc., si su equipo ha perdido.

¿Qué hacemos con nuestra intimidad sexual cuando nos juntamos los grupos de hombres o mujeres? ¿Qué decimos o inventamos de nosotros o de los demás? ¿Por qué no apreciamos más nuestra intimidad y la de los demás, si llegamos a conocerla? ¿Qué es el respeto a uno mismo y el respeto a los demás?

La intimidad propia es una parte importante de nuestra identidad, vaciarla, tirarla por los suelos o venderla, ¿es inteligente emocional y socialmente?

En algún lugar leí este refrán: "eres dueño de tu palabra, mientras no haya salido de tu boca".

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