El director teatral salmantino y esta formación ofrecieron una obra intensa y perturbadora para luchar contra la violencia de género.
De nuevo haciendo gala de su talente reivindicativo, social, solidario e inclusivo, el IES Mateo Hernández vuelve a mostrar con la representación de No te doy mis ojos, que el teatro es una forma de aprender y de concienciarse. Sus alumnos, bajo la dirección de Pablo Málaga, hombre de teatro curtido en la enseñanza y el compromiso, pusieron en escena una obra intensa y plena de emoción para pelear, desde sus propias convicciones, contra la violencia hacia la mujer. Una representación en gran parte escrita por los propios alumnos que, según Pablo Málaga "Es una obra didáctica, educativa que nos muestra situaciones de maltrato y machismo que nos muestra cómo ven ellos esta lacra".
Ante un salón de actos absolutamente lleno y en medio de esa expectación propia del comienzo de vacaciones, los veinte integrantes del grupo de teatro nos hicieron reír, llorar y reflexionar a lo largo de secuencias muy bien llevadas para mostrarnos, en ocasiones de una forma muy cruda, la realidad de los asesinatos machistas, la verdad sobre el maltrato familiar, las situaciones de poder en las parejas jóvenes, la necesidad de reivindicar uno nuevo modelo de mujer joven, independiente y libre y un alegato emocionantísimo y doloroso sobre la prostitución que nos sorprendió por su dolorosa cercanía. Un montaje escénico sobrio en los decorados, pleno de recursos musicales, visuales y sobre todo, representado desde la entrega más absoluta, lo que valió el aplauso, la emoción y hasta la comprensión del público cuando en ocasiones fallaba un poquito la memoria?
Una obra presentada por su director desde el mayor agradecimiento al instituto, a la asociación de padres que siempre apoya el proyecto teatral, a los alumnos de Segundo de Bachillerato, que pese a su carga de trabajo son capaces de ir a ensayar, a Marta Jiménez Castilla, técnico de todos los proyectos de Pablo Málaga y sobre todo, desde el mayor agradecimiento a los alumnos actores ya que "Hoy son mil mujeres asesinadas desde que empezaran a contarse en el año 2003 y la única solución a este problema es la educación en igualdad, en inquietudes. En este instituto se lucha por ello y en este grupo de teatro, también".
Pablo Málaga, que lleva nada menos que 17 años haciendo teatro en el IES Mateo Hernández, no solo defiende el teatro como un medio educativo de aprendizaje, sino que reivindica la necesidad de oír a un alumnado que sí tiene mucho que decir acerca de las situaciones de maltrato que afectan a la gente joven: "Los jóvenes no son todos iguales, son los impulsores de la igualdad, los que practican una convivencia en el respeto y quiero felicitar a los padres por tener unos hijos que van a terminar con esta lacra a través de la concienciación". De ahí la importancia de estos textos, unidos en el montaje del director, donde los actores-autores reflexionan ante el control de la pareja a través del móvil, la sumisión de la mujer joven frente a la pareja en situaciones de ocio, o el desgarrador testimonio de la mujer asesinada que le pide a su madre que no encierre a sus hermanas y primas para que no le suceda lo mismo que a ella? dolorosas verdades que, a través del humor ?verdaderamente maravillosa la escena de las dos chicas convertidas en obreros de la construcción que piropean a los hombres y aleccionan con estadísticas a las chicas que pasan bajo su andamio- y de las escenas más trágicas, revisa toda una situación que pide a gritos respuestas. Respuestas, que según Pablo Málaga, no pasan por el castigo, sino por la educación.
Y es la educación la que hace del teatro un reflejo de la propia vida de los chicos. Situaciones cotidianas, recitado de la letra infame de un reggeton que ellos escuchan y que bailan todos los fines de semana, noticias que nos informan de una nueva víctima de violencia machista, bromas para ridiculizar a los programas de televisión plagados de burlas hacia la mujer ?en ocasiones también ella cómplice del maltrato-, se suceden a lo largo de la obra emocionando y golpeando a unos espectadores sorprendidos en ocasiones por la brutalidad del lenguaje y, sobre todo, por la emoción de unos actores absolutamente entregados a su papel, papel escrito por ellos y dirigido por un hombre de teatro que afirma que no solo trabajan mucho en Esos Escénicos, sino que también se divierten. Y lo hacen desde el dolor más profundo que han hecho suyo para pelear contra esa lacra que no cesa. Y no caben más que todos los aplausos, porque esto es educar en valores desde el esfuerzo, el trabajo, la concienciación, la comprensión y las ganas. Ganas de seguir haciendo teatro más allá de las aulas para cambiar el mundo.
Charo Alonso.