OPINIóN
Actualizado 16/06/2019
Carlos Javier Salgado Fuentes

Finalmente, tras unas semanas de vacilaciones, hace unos días se hizo pública la decisión tomada por Ciudadanos, mediante la cual ha llegado a un principio de acuerdo para otorgar el gobierno de la Junta de Castilla y León al Partido Popular, hecho que no ha dejado indiferente a nadie, dado que el candidato naranja a la presidencia de la Junta, Francisco Igea, había basado su campaña electoral envolviéndose en la bandera del cambio y la regeneración.

Sin embargo, si en un caso similar, en Andalucía, Ciudadanos señaló directamente las más de tres décadas de gobierno del PSOE como necesidad para desalojar a éstos del gobierno andaluz (por aquello de que entrase 'aire fresco' en las instituciones y se pudiesen deshacer las redes clientelares tejidas tras tantos años de gobierno), este argumento no ha parecido resultarle válido al partido de Albert Rivera para desalojar al PP del gobierno autonómico castellano y leonés, al frente del cual llevan 32 años los populares.

En este caso, el principal cambio que ha propiciado Ciudadanos, ha sido sobre todo el de un intercambio de cromos en clave de "la Junta para ti, esta alcaldía para mí y esta diputación para ti si me das esta otra a mí". Todo ello, eso sí, revestido de una supuesta regeneración democrática cuyo principal punto era el de exigir que los consejeros de la Junta y los alcaldes de municipios importantes no repitiesen si llevaban ya ocho años o más en el cargo.

Ante esta condición, que Ciudadanos precisaba para vender de alguna manera el 'cambio sin cambio' en la Junta, el presidente autonómico de los populares, Alfonso Fernández Mañueco, tras vacilar un poco de cara a la galería, no puso demasiados reparos en acatar las condiciones y dejar en la estacada a quienes eran sus candidatos a la alcaldía en Burgos o Palencia, ya que al fin y al cabo lo importante es amarrar la Junta, que es donde se cuecen las habas presupuestarias importantes.

Y entretanto, el candidato a la Junta por el PSOE, Luis Tudanca, se ha quedado con el morro torcido, pues había pensado, iluso él, que en el cambio que pregonaba Ciudadanos para las instituciones se contaba con él. Nada más lejos de la realidad, como ya dejó entrever en los primeros compases postelectorales Igea, cuando calificó de 'sanchista' a Tudanca y dijo que con los defensores de las políticas de Pedro Sánchez, los naranjas no iban ni a la vuelta de la esquina.

Otro daño colateral, en el mismo sentido, ha sido el candidato a la alcaldía de Salamanca por los socialistas, José Luis Mateos, quien, pese a haber fracasado en su intento de superar al PP como lista más votada en las municipales, ya se veía con el bastón de mando entre las manos, después de haberse 'dejado querer' la candidata de Ciudadanos tras unos comicios en los que la candidata naranja no había cesado de aludir al 'cambio'. Pero finalmente la realidad se impuso y, si en Madrid Albert Rivera señalaba que el PP iba a ser el socio preferente para C's, en la capital provincial se siguió a rajatabla dicha premisa, y Mateos volverá a sentarse en el banquillo de la oposición.

En definitiva, tras unas semanas de negociaciones sobre pactos, todo seguirá más o menos como hasta ahora, ya que tanto en el ayuntamiento de Salamanca como en la Junta autonómica se abren cuatro años más de gobierno del Partido Popular, que también repetirá en el gobierno de la Diputación (merced a la mayoría absoluta cosechada en la misma). La única incógnita es ver cómo afectará a Ciudadanos, de cara al futuro, el apoyo otorgado a los populares en estas instituciones, pues ya se ha cobrado la dimisión de la número 2 de su lista en la ciudad de Salamanca.

En todo caso, tanto en nuestras tierras salmantinas, como en la autonomía de Castilla y León, el PP vuelve a tener la sartén por el mango en las instituciones.

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