Se le atribuyen dos milagros, acaecidos en las hoy calles Pozo Amarillo y Tentenecio, así como de ser el pacificador de los bandos, y su huella está presente en diferentes rincones de la ciudad de la que su patrón desde 1868
Salamanca se engalana un día como hoy, 12 de junio, en honor a San Juan de Sahagún, patrón de la ciudad. Festividad que, sin duda, invita a redescubrir quién fue San Juan de Sahagún y el papel que desempeñó en la historia de Salamanca, ciudad en la que falleció en 1479 y de la que es patrón desde 1868.
San Juan de Sahagún, cuyo nombre era Juan González del Castrillo, nació en Sahagún (León), en 1419. Antes de llegar a Salamanca ya había sido canónigo en la Catedral de Burgos. Aquí, fue colegial del Colegio Mayor de San Bartolomé y, posteriormente, ordenado fraile agustino en el convento que la Orden tenía en Salamanca. La historia destaca su papel de pacificador de los bandos, actuando como mediador entre las dos familias de nobles (Santo Tomé y San Benito) cuyos enfrentamientos se habían prolongado durante décadas. A San Juan de Sahagún también se le atribuyen los milagros de Pozo Amarillo y de Tentenecio, y que hoy dan nombre a sendas calles de la ciudad. Fue canonizado por la Iglesia católica en 1691.
Son muchas las huellas que se pueden encontrar de San Juan de Sahagún en la ciudad, destacando la iglesia construida en su honor, entre la calle Toro y la plaza que lleva su nombre, y levantada en el mismo lugar donde antes estuvo la iglesia de San Mateo. Una iglesia de estilo neorrománico de finales del siglo XIX, y en cuya parte trasera puede verse una escultura dedicada a San Juan de Sahagún.
En la calle Pozo Amarillo, el monumento que representa el milagro de la salvación del niño que cayó al pozo; y en la Plaza Mayor, el Medallón de San Juan de Sahagún, en el pabellón de Petrineros. En la Capilla Mayor de la Catedral Nueva se custodia una urna de plata con parte de sus restos.
Los milagros de San Juan de Sahagún
Según relata la historia, la intervención de San Juan de Sahagún salvó a un niño tras caer a un pozo, hecho que sucedió en la ahora calle Pozo Amarillo. Al parecer hizo subir el nivel de las aguas para ayudar a sacar al niño. El otro milagro sucedería cuando logró detener a un toro bravo escapado por las calles de la ciudad. Aquel '¡Tente necio!', habría de dar nombre a una calle, Tentenecio.