OPINIóN
Actualizado 10/06/2019
Jesús Garrote

El viernes después de una reunión de directores en Madrid íbamos a cenar a la concentración de Street food de la Alamedilla donde está la food truck de la Casa Escuela Santiago Uno. No hay propaganda porque estimamos que venderíamos menos por los prejuicios de la gente.

En este caso servimos croquetas de cordero, falafel, kafaf, morunos de pollo y kebab. Nos cuesta dos mil euros participar los seis días y además no podemos vender bebida porque lo hacen los organizadores. Pero es una buena práctica para los chicos, dinero no sé si sacaremos mucho aunque el objetivo fundamental es hacer proyectos sostenibles y que los chicos toquen realidad para que se eduquen para ganarse la vida.

Nos etiquetan muchas veces de carga social y me pregunto cuántos colegios: curan 500 aves al año, recuperan cada verano una escuela en Marruecos, atienden a más de mil niños en granjas infantiles, producen tres mil litros de vino, quinientos litros de aceite, quinientos kilos de miel, tienen una empresa de jardinería, mejoran ecosistemas, limpian riberas,?

Siempre habrá alguien que piense que se explota a los chicos. Pues no, tenemos aula empresa, y le gratificamos las prácticas cuando se puede. Muchos de ellos son contratados fuera y algunos por nosotros. Después de las prácticas algunos son contratados, en restaurantes, talleres, etc.

En el verano unos vamos a trabajar en cooperación a Marruecos y otros van a Santander a trabajar a la costa donde ya llevamos una tradición. Los más pequeños se quedan en Salamanca aprovechando el verano, con estudios, juegos, talleres, piscina y playa como otros niños. Pero este verano ofrecemos campamentos en el centro de formación profesional Lorenzo Milani en el centro de educación ambiental, escuela de animación de tiempo libre, circo, cine, etc.

Niños y jóvenes que habían tirado la toalla, de exclusión y de clase social acomodada. Han remontado o están en el proceso de creer en ellos mismos. De deconstruir los juicios de los colegios y de profesores amargados que les dijeron que no valían. No todos los maestros son iguales, pero los que hablan de niveles y se vanaglorian de suspender son los peores y hacen mucho daño. Son promotores de delincuencia, de consumo de drogas e incluso de suicidios. Por los tanto no frivolicemos simplificando la vida de los otros.

En todos los centros donde hay niños, jóvenes, o personas adultas que han perdido la esperanza o que han perdido el control de sus vidas hay talento y hay también buenos sentimientos.

Los que tenemos la suerte de vivir en estas casas escuela no nos asustamos, al revés, les damos las gracias por ser tan generosos, trabajadores y cariñosos.

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