OPINIóN
Actualizado 04/06/2019
Redacción

Me gusta patinar por la superficie brillante de los titulares en internet y de vez en cuando, cual pato con la cola para arriba, abismarme en las noticias esquivando las erratas de la prisa y la publicidad que me sale al paso de los renglones. Y hasta de vez en cuando encuentro un alimento que llevarme al pico y chasquearlo con gusto a lo largo del estanque: se comenta que quieren mover la Feria del Libro de su emplazamiento del Parque del Retiro porque tanto libro y tanto lector afecta a la Flora autóctona del sitio madrileño. Cierto, la fauna foránea, y más concretamente, la de Salamanca, se va a firmar libros al Retiro feliz y contenta, llevando ramitas de versos y relatos culinarios, cuentos, novelas y carita de provincianos. A Carmen Borrego, a Fernando Sánchez Gómez y a mí nos faltó la cesta de la gallina hace un año, pero Carmen, que es muy propia como dicen en Torrejoncillo, allá que se fue con un hornazo casero a hacer patria. Las cervezas las pusieron mis editores, Huerga y Fierro, que en vez de una caseta de feria del libro montan una fiesta sevillana. Hay que ver a Charo Fierro animando a los viandantes, charlando con todos, la melena letrada al viento, rizo y rima mientras sus collares se mecen con el paso de la gente. Hay que ver a Antonio Huerga atento y dispuesto a seguir la charla por detrás de la caseta, donde hace un poco de verde fresco y los amigos descansan del paso de la gente, gente, gente, mucha gente?

La Feria del Libro de Madrid es un paseo abarrotado de alegría. Un lugar de encuentro donde nos falta la boina de Martín Gaite comprobando si su cola de lectores es más larga que la de Gala. Ahora gana en tamaño el you-touber o cantante de turno que perpetra un libro y tiene a los adolescentes a pie de caseta, mientras las madres se escabullen a que les firme la Posadas, la Grandes o, el año pasado, un Maxím Huerta que aún no sabía o hacía como que no. Porque de casetas con luminaria incorporada supieron Fernando y Carmen mientras yo me colocaba, como una figurita de bazar chino, frente a mis propios libros, fascinada y horrorizada por igual ante la marea de gente. Ahí estaba yo, sin poderme creer que estaba firmando en el Retiro ?no me conocía ni el pato del estanque, claro- mientras Carmen y Fernando se dedicaban a contar escritores y a cotillear arriba y abajo hasta que se vinieron a compartir las cañas, el hornazo, el bizcocho marca de Charo Fierro y las cerezas que trajo una poeta bella como un árbol. Porque está muy bien esto de la Flora autóctona del Retiro, pero lo de la Fauna es otra cosa, escritores, libreros, editores y familias con niño y perro arriba y abajo, disfrutando, viendo y riendo, porque la Feria es una fiesta mientras los que verdaderamente la montan hacen cifras, acarrean, y sobre todo, sudan el baño turco de la caseta. Es el esforzado trabajo de la Feria que ahora, quizás se proyecta en otra parte, como se proyectó en su día llevarse la Feria de Salamanca fuera de la Plaza Mayor porque fastidiaba la foto. Decisiones que son ese aviso desolador para recordarnos que el libro no es tan importante, que se puede ir a Ifema, a la Plaza de los Bandos o hacer puñetas porque la gente tiene que seguir tonta perdida. Decisiones que prueban hasta qué punto la cultura es cosa de unos cuantos ineptos que no saben la alegría de pájaros y piedras cuando se ven ocupados de libros, libreros, editores y lectores que buscan a su escritor entre las ramas. Uno no se asombra de la Flora y la Fauna de cada Feria, sino de la forma de pensar de quienes quizás no han venido a disfrutar de lo bueno, porque hasta los árboles del Retiro, pájaro y ardilla, desean esta Feria de todas las letras. Va por ti, querida Charo Fierro.

Charo Alonso.

Fotografía: Fernando Sánchez.

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