Mi diestra no es capaz de agotar el espacio de una página en blanco; las ideas discurren a tal velocidad, que mi mano no puede recoger cuanto proclaman. Se hacen reales, si consigo retenerlas; vuelan libres, cuando escapan de mi memoria antes de que pueda escribirlas. Sea como fuere, cuando leo lo escrito, jamás lo identifico como propio. Observo que, mi pensamiento, como el de tantos que me precedieron, está tejido con retazos de ideas universales que nadie puede hacer suyas. Nos parecen nuevas, pero sólo recordamos el discurso de quienes se nos anticiparon en el tiempo.
Manuel Lamas