OPINIóN
Actualizado 15/05/2019
El Topillo

Al ser un debate completamente inédito -Juan Vicente Herrera se sustrajo a este deber democrático en las cuatro anteriores elecciones autonómicas-, se desconocía cómo podían salir del trance los candidatos presidenciables de las cuatro principales fuerzas políticas en 2015, las únicas con derecho a participar con arreglo a la modificación legislativa que ha obligado a celebrar, no uno sino dos debates, en la presente campaña (pese a contar con representación parlamentaria, IU y UPL han quedado excluidos por no disponer de grupo propio durante la pasada Legislatura).

A priori, la peor papeleta correspondía al candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, quien comparecía con la pesada mochila de los 32 años de gobierno del PP en la Junta, lo que le convertía en obligada diana de los dardos de los otros tres candidatos. Mañueco se defendió como buenamente pudo, en ocasiones con argumentos un tanto peregrinos, y echándole mucho desparpajo a la cosa, al punto que se permitió definir al PP como "el partido del empleo" ("Será del empleo basura", le enmendó a la primera ocasión Pablo Fernández, el candidato de Podemos.

El socialista Luis Tudanca, que parece que ha activado ya el "chip" de presidente, adoptó un registro más propositivo que crítico, pero ello en un tono demasiado plano, propio de un ponente y no de un candidato que tiene que hacer prevalecer su discurso en un debate a cuatro en el que hay que ir a por todas tanto en el fondo como en la forma. Sin hablar de ganadores ni perdedores, la estrategia de Tudanca le condujo a un perfil demasiado bajo que sólo abandonó en el apartado referente a la denuncia de la corrupción. No realizó un solo reproche ni a Ciudadanos ni a Podemos.

En contraste con ese tono apagado, Francisco Igea, el candidato naranja, es el que se mostró mas convencido de su propio discurso, en el que repitió hasta la saciedad la palabra "clientelismo" como rasgo distintivo de los 32 años del PP en la Junta. Aunque en ocasiones extendió sus críticas al bipartidismo, el destinatario principal de sus ataques no fue otro que Fernández Mañueco. La osadía de éste de autodefinirse como "un proyecto renovado" provocó un ataque de risa a Igea (también a Tudanca y a Fernández) muy indicativo de que el candidato del PP desentona, por no decir chirría, con el "cambio político" que propugna el partido naranja.

Pese a salir a la palestra desde una esquina, Pablo Fernández tuvo el mérito de sobrevivir a un fuego cruzado que casi nunca fue con él y, aparte de cargar sin miramientos contra el PP, no perdonó a Tudanca el vergonzante pacto con el que los dos principales partidos taparon sus mutuas vergüenzas en la comisión que malamente pudo investigar el expolio y la almoneda de las extintas Cajas de Ahorro de la comunidad. El candidato de Podemos no entró en colisión con el de Ciudadanos y viceversa, con lo cual nadie reprochó a Igea el lamentable papelón realizado por sus compañeros de partido en la pasada legislatura, en la que, a precio de saldo, fueron la muleta que permitió sobrevivir al actual gobierno zombi de la Junta.

Ya se ha señalado antes que en el bloque sobre "regeneración democrática" al candidato del PP le cayó la mundial. En este punto Tudanca, Fernández e Igea estuvieron a cual más inmisericorde. Pero Mañueco, como si no fuera con él, trató de cambiar de tema sacando a colación cuestiones ajenas a la cuestión. "Somos la garantía frente al sanchismo", clamó sin venir en ese momento a cuento. Y además de eso se adelantó al segundo debate preguntando reiteradamente a Igea si va a ser "el caballo de Troya" que entregue la Junta a los socialistas. La respuesta quedó pendiente para la próxima semana, en la que Mañueco tendrá que responder por su parte si está dispuesto a pactar con Vox si ello es imprescindible para poder heredar el trono del presidente "pato cojo" que reina -lo de gobernar a estas alturas sería una broma- en el Colegio de la Asunción. Seguiremos atentos, qué remedio, a la pantalla.

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