OPINIóN
Actualizado 09/05/2019
Antonio Costa Gómez

Los jefazos de la alta tecnología de Silicon Valley no quieren que sus hijos traguen esa tecnología. Hacen que sus hijos estudien con lápiz y cuaderno, los apartan de los ordenadores, les hacen tener amigos de carne y hueso, quieren que toquen las cosas con las manos. Quieren que sientan las orquídeas, el olor de la hierba.

Igual que los narcotraficantes venden droga dura brutal, pero ellos no la toman ni quieren que la tomen sus hijos. Tratan a millones de consumidores como animales que tragan sus productos. Pero no los quieren para sí mismos.

Yo lo digo desde hace mucho tiempo, pero a mí no me hacen caso. Tiene que salir la noticia en los grandes periódicos para que la gente empiece a pensar. Algunos se pondrán a pensar por fin; si ellos no quieren eso para sus hijos ¿no será que es veneno?

La tecnología para todo, nos aliena y nos aparta de la vida. La gente ya no oye, ni ve, ni se comunica con sus semejantes, se evapora en internet. Todos hacen estrictamente lo que les mandan las máquinas. El taxista ya no negocia contigo, te dice rígidamente lo que le diga su móvil. Y hasta los gobiernos nos obligan a hacer las gestiones como ectoplasmas por internet. La vida se queda sin manos y piernas, se convierte en algo gaseoso.

La gente lo pierde todo por la tecnología, pierde incluso las piernas. Es capaz de vender a su madre por comprar el ultimísimo aparato que tiene tropecientas aplicaciones. No se entera de nada porque está metida en un mundo irreal. No late, no siente la sangre, ni sabe lo que es la sangre. No digamos un libro. El mundo entero se esfuma y se deshace en frasecitas mal escritas en un twiter. Dónde quedó ya el "hombre unidimensional" de Herbert Marcuse. Y los pasmones hablan de progreso.

ANTONIO COSTA GÓMEZ

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