Momento de la representación de la obra
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CULTURA
Actualizado 05/05/2019
Redacción

La obra trasladó al público a pesar de la austeridad y preciosismo del entorno al convento de Alba de Tormes

Fue villa del Campo de Peñaranda, y por ella pasaron romanos, visigodos, árabes, mozárabes, cristianos... Incluso entre éstos últimos, hubo disputas entre leoneses y castellanos por su soberanía. Probablemente la encrucijada de caminos que era en tiempos de Reconquista la convirtió en plaza "golosa" para todos. Villar se la nombró pues el significado de "redonda" de este término, hace alusión al conjunto de territorios en torno a un mismo señor. Tierra pues de vasallos, obtuvo no obstante algún Privilegio Real por parte del rey santo allá por el siglo XIII, que convirtió a la localidad en visible y próspera a partir de entonces. Incluso en el siglo XVIII fue Villa de Realengo. En la actualidad se le ha impuesto el título de 'Municipio Europeo'. Pero Villar de Gallimazo sigue sobreviviendo en el mismo sitio, con los mismos paisajes y tradiciones que ha ido acumulando a lo largo del tiempo y que enriquecen a las gentes que allí viven y se sienten orgullosas de este su pueblo.

Es cuatro de mayo, víspera de una entrañable fecha como es la celebración del Día de la Madre, que en nuestro país se conmemora desde hace muchos años el primer domingo de mayo. Hasta Villar de Gallimazo ha llegado el grupo de teatro 'Lazarillo de Tormes', que en su inagotable periplo por toda nuestra provincia y de mano de la Diputación salmantina, recorre todos los caminos necesarios para dar a conocer su obra "Teresa, la jardinera de la luz", que cuenta de forma cercana, casi familiar, con todas las luces y sombras que cualquier personaje suscita, la historia de una madre. Pero ésta vivió hace cuatro siglos, fue monja, denostada en su tiempo del XVI, y reconocida por la Iglesia a la que perteneció y casi acaba con ella, y por el mundo académico que la valoró bastantes siglos después de su muerte. Para sus hermanas de convento, siempre fue la Madre, de la que partió la Reforma de la Orden que con ella vivieron y que las adoctrinó en una manera de entender la vida y el mundo tan diametralmente opuesta a la de entonces. Teresa monja, Teresa santa, Teresa doctora, pero ante todo Teresa mujer. Y para los componentes de 'Lazarillo de Tormes' no hay día señalado, vacaciones o descanso en aras de contar su visión de ella, porque cualquier día es único y oportuno para ello. Profesionalidad a la altura de Teresa.

Se llama san Pedro "Ad Víncula", y como muchas otras iglesias de esta zona, la parroquia de Villar de Gallimazo de origen románico, muestra claras huellas mudéjares en su construcción y ornamento. Fachada de ladrillo que se extiende a su torre de tres cuerpos, provista de campanario, tuvo primigeniamente una sola nave. Ahora son dos y conducen a un ábside redondo de ladrillo que ostenta un sencillo retablo en cuatro partes. San Pedro"Encadenado" comparte espacio con una figura de Teresa que escucha paciente su propia vida.

En este contexto tuvo lugar la representación de "Teresa, la jardinera de la luz" que a pesar de la austeridad y preciosismo del entorno trasladó de nuevo al público asistente al convento de Alba de Tormes. Actores, hábitos de paño de oveja como las que podrían estar pastando en los alrededores, un púlpito Inquisitorial, y el órgano del maestro Salinas, hace que cada uno de los encuentros que el productor procura en cada pueblo al que se asiste, se convierta como este primer sábado de mayo en algo mágico, luminoso, cálido y entrañable como el amor de una madre, como el que Teresa dejara entre los que la conocieron.

El 'Azud de Riolobos', tan próximo a Villar de Gallimazo y que forma parte inseparable del municipio es para éste el centro natural de sus habitantes, como la iglesia y su plaza lo es de carácter social y religioso. Ámbitos tan ligados, como lo están las aves migratorias a este prodigioso humedal, reserva de todo el país. Intelectual y espiritualmente también lo fue aquella mujer que tantos caminos pisó para llegar al más Alto en el que creía. Mientras tanto su realidad sobrevoló infinidad de dificultades, poderes, miedos y obstáculos para que su reconocimiento tuviera carácter universal. El montaje que Villar de Gallimazo aplaudió lleno de emoción da fe de la gran dimensión con que las cosas auténticas ocupan su lugar a lo largo del Tiempo que las preserva, como lo hace con este pueblo su adorado Cristo de las Custodias cuya conmemoración en Pentecostés parece tener la fuerza que también desencadenó un día, de forma imparable, una monja carmelita.

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