OPINIóN
Actualizado 29/04/2019
Antonio Matilla

Tuve la fortuna de participar en Santo Domingo de la Calzada y sus magníficos alrededores riojanos, de martes a viernes de la Semana de Pascua, en el Encuentro Anual de la Confederación de Cabildos Capitulares y Colegiales, o sea, unos cien canónigos representantes de la mayoría de las catedrales de esta piel de toro llamada España. Asistimos y participamos, algunos de nosotros vestidos de gala, en la Celebración de la Eucaristía inaugural y apertura de la Puerta Santa del Año jubilar del Milenario del nacimiento del santo. O sea, Santo Domingo de la Calzada, nacido en 1019, casi cien años antes de que se fundara nuestra parroquia de San Martín de la Plaza, del Mercado, de Tours, cosa que tuvo lugar en 1103, que ya ha llovido desde entonces, pero un poco menos que en la villa calceatense.

Santo Domingo de la Calzada fue un santo laico. Laico viene de la palabra griega "laos", que significa pueblo, pueblo llano, un cristiano bautizado no clérigo. Como bautizado desarrolló su vocación a la santidad, que es común a todos los cristianos bautizados, ejerciendo la caridad como laico. Resumo: las peregrinaciones a Santiago ya se habían iniciado en los Siglos IX y X, pero se fueron generalizando con la paz social que sobrevino tras la muerte de Almanzor, que llegó a conquistar Compostela en 997, aunque no logró frenar las peregrinaciones; su fallecimiento en 1002 sumió a Al Ándalus en una lucha civil que daría lugar a los Reinos de Taifas y que afianzó la paz en los reinos cristianos del norte.

Santo Domingo fue un cristiano que quería vivir a tope el espíritu del Evangelio y que, como muchos entonces, creyó que la mejor manera era hacerse anacoreta. La oración y la contemplación son dimensiones fundamentales de la fe cristiana, pero mucho más importante es el amor, la caridad, que es el amor vivido "a modo divino" aunque sea por humanos. El ejercicio de la caridad, al modo laical, cambió la vocación de Domingo: algunos peregrinos, buscando un atajo, acababan perdiéndose, de modo que Domingo comenzó a salir a buscarles, a primera hora de la mañana y a última de la tarde, para ofrecerles orientación, comida y bebida y cualquier ayuda que necesitasen y estuviese a su alcance, también escucha y consejo espiritual. Pronto se dio cuenta de que era más práctico marcar un camino, de manera que los peregrinos no se desorientaran en aquellos bosques. Uno de los obstáculos principales, sobre todo a raíz del deshielo, era el vadeo del río Oja (Ri oja), de modo que construyó un puente para facilitar las cosas y evitar riesgos. Algunos peregrinos, venidos desde Centroeuropa, tras esa larga caminata llegaban enfermos, así que, tocaba construir un hospital. Y, como el objetivo final y principio del Camino era, hoy diríamos, espiritual, es decir, religioso, expresión creyente de una fe buscada y vivida, se planteó construir un templo: camino, puente, hospital, templo son las etapas de la caridad laical que vivió Domingo. A esos empeños fueron sumándose colaboradores, también laicos, hasta fundar una Cofradía que, después de su muerte, ha continuado ofreciendo ayuda a los peregrinos hasta hoy, casi mil años después.

La ciudad de Santo Domingo de la Calzada tiene su origen en ese monumento vivo a la caridad que fue la vida del santo homónimo. Pero me interesa subrayar algunas consecuencias espirituales para la actualidad:

1 ? Europa se construyó por la potencia de un ideal trascendente. Trascender es ir más allá de los propios límites. Más allá de mi ombligo están los otros, el prójimo, venga de donde venga. Más allá de mí mismo, aunque también dentro de mí mismo, como intuyó claramente San Agustín, está Dios. Europa = tener en cuenta al prójimo, al otro, al diferente, descubrirlo complementario conmigo + tener en cuenta a Dios, cuya presencia transforma al diferente en mi hermano; diferente sí, pero hermano mío, pues todos somos distintos, hasta los hermanos gemelos. El diálogo ecuménico costó sangre y lágrimas. El diálogo interreligioso también las está costando. Los ideales europeos se han extendido por el mundo por efecto de la globalización positiva. Por eso nos duelen más los atentados de Sri Lanka. Como europeos no podemos ni debemos renunciar ni al diálogo ecuménico, ni al diálogo interreligioso, ni a la laicidad compartida por creyentes y no creyentes. Así lo vieron los fundadores, todos grandes creyentes, algunos de los cuales están camino de los altares. Europa no puede excluir ni a creyentes ni a no creyentes. No excluir a nadie por motivos religiosos o ideológicos, pero no tolerar y defender con todas las armas democráticas en la mano el derecho de todos, y el mío, a seguir construyendo un futuro común.

2 ? Cada peregrino tiene su propia historia. Europa se genera por el entrecruce y la relación de proyectos personales, individuales. La Europa de los ciudadanos está antes que la Europa de los pueblos. Lo sustancial de Europa son, somos, las personas, cada persona.

3 ? El Camino de Santiago diluyó hasta borrar las fronteras. Su efecto sanador para la historia de Europa no fue inmediato. Muchas guerras y muchas injusticias y violencias después se atisba una unidad que no puede quedarse en la sola dimensión material, económica, financiera. Sería una tragedia, ya lo ha sido en nuestra historia, que los nacionalismos y los afanes independentistas destruyeran ese proyecto espiritual que lleva gestándose tantos siglos. Volver a la Edad Media y propagar nuestros reinos de Taifas por el resto de Europa, no, gracias.

Basta por hoy. Continuará.

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