OPINIóN
Actualizado 22/04/2019
Eusebio Gómez

Cristo ha resucitado y nosotros podremos resucitar con él.

Quizá lo nuestro son las pequeñas resurrecciones de cada día. Todos tenemos experiencias de que, en momentos difíciles, de dolor, desorientación, tristeza, alguien nos ha sabido comprender, porque nos amaba, y que con su conversación, con su palabra cálida nos transmitía paz, serenidad, nueva ilusión, ganas de vivir y mejorar la propia vida, así como ayudar la existencia de los demás.

Pequeñas resurrecciones son:

-pasar de las horas bajas a un tiempo de mejor esperanza;

?aprender a sobrellevar las propias miserias y las faltas del prójimo con elegancia interior y una sonrisa en los labios;

-adquirir un puñado de virtudes cristianas y sociales que van desde la justicia a la generosidad;

-dar sentido cristiano a todos los avatares de la vida;

?y encontrar, sobre todo, la paz y la alegría interior. Aquella paz y alegría que Cristo nos ofrece.

Resucitar es permitir que reine el amor en nuestra vida, y no el odio; se nos dijo que el amor es fuerte como la muerte; ahora sabemos que el amor es más fuerte que la muerte. Bastaría escuchar el himno triunfal de Pablo: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (?) Estoy seguro que ni la muerte no la vida (?) ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestando en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rm 8,35-38). Si Dios es amor, ¿cómo no va a ser el amor lo más fuerte? ¡A Dios no se le muere nadie¡ Si Dios me ama, nada ni nadie me separará de su amor; él me ama con amor eterno (Is 54,8), que traspasa los tiempos y supera las muertes.

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