OPINIóN
Actualizado 20/04/2019
Manuel Lamas

El Dios al que apelamos cuando los problemas de la vida nos dañan, no es el mismo que paseamos por las calles de la ciudad cuando llega Semana Santa. Nuestro concepto de la divinidad cambia radicalmente cuando eliminamos de nuestra conciencia la Pasión de Cristo como espectáculo.

Para encontrar a Dios hay que vaciar el alma; hacer hueco en ella para que otra forma de vida arraigue en su interior.

Su presencia es tan evidente y familiar que no llegamos a reconocerlo. Le buscamos entre las cosas como un objeto más. Pero está a nuestro lado y camina con nosotros. Además, aunque nuestra mente lo imagina derrotado; revestido de paciencia y tolerancia, su lenguaje perfora las conciencias; quizá porque su filosofía de la vida difiere de los argumentos de las personas.

Dios no es una forma, aunque lo vistamos con lujosos ropajes. Tampoco una idea de plenitud, capaz de devolvernos el equilibrio cuando fracasamos. Es posible que, ese Dios que buscamos por los barbechos del mundo, no se haga visible porque no comprendemos su mensaje.

Manuel Lamas

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