A cuatrocientos balcones de Salamanca se asomará esta Pascua el Resucitado, a partir de esta noche santa de luz nueva y siempre brillante, de fuego que incendia el corazón y agua que lava todos los pecados del mundo en la Sangre del Cordero: ese justo e invicto Cordero del rojo banderín que desde la Vera Cruz pregona la más justa de las victorias. Se asoma para mostrarse vivo y resucitado, para que no lo busquemos entre los muertos sino en los balcones que, como el sepulcro vacío, nos convocan y nos envían.
Balcones como la puerta abierta de Ranquines, proyecto surgido de la Asamblea Diocesana y puesto al servicio de las personas con problemas de salud mental y en situación de exclusión. A esta necesaria iniciativa se destinará la aportación de las familias que han decidido anunciar desde su casa que Jesús ha resucitado.
Balcones como la puerta abierta del Corpus, que el próximo sábado cumple ya cinco años, todo un lustro, como capilla de la adoración eucarística perpetua en Salamanca. Se recordará esta semana pascual con un ciclo de conferencias y Eucaristía de acción de gracias el día 27.
Balcones como la puerta abierta de las cofradías y hermandades que han dado en las calles su testimonio de fe, la de las escuelas católicas que elegimos cientos de familias salmantinas para que colaboren en la educación de nuestros hijos, la de las joyas patrimoniales religiosas que suponen un reclamo turístico indiscutible y decisivo en la economía de la ciudad, la de las parroquias y casas de acogida que cubren subsidiariamente tantas necesidades no atendidas o no contempladas en muchos casos por el llamado Estado del Bienestar, la de la voz profética de una Iglesia a menudo débil y tímida pero que sostiene muchas voces apagadas por la corrección política?
Asómate, Resucitado, y míranos adentro de la casa:
a los de tu casa, a los de tu pueblo, a los de tu causa.
Asómate y dinos que estás vivo.
Asómate y dinos que nos toca decirlo
con palabras y signos,
con creíbles propuestas,
con abiertos espíritus,
con el pan en la mesa,
el perdón en la boca
y la llama en el cirio.