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CULTURA
Actualizado 13/04/2019
Charo Alonso

El artista salmantino inaugura en El Casino una muestra titulada "De todo lo visible y lo invisible"

En esta Salamanca de artistas, el espacio museístico del Casino de Salamanca, es un acontecimiento que celebramos en todas y cada una de las inauguraciones de sus muestras? y más aún, en palabras de Alberto Estella, cuando se trata de la primera dedicada al arte abstracto y más concretamente, a un pintor de la talla y la originalidad de Andrés Alén.

Vinculado personal y pictóricamente a la Semana Santa salmantina, Alén, así, solo, con su contundente apellido, muestra en las paredes de esta casa de todos el fruto de su trabajo minucioso, el trabajo del que está enamorada la escritora Isabel Bernardo, quien, tras hacer la salvedad de que no es experta en arte, sí se declara admiradora desde hace muchos años de la obra del artista, que luce en las paredes de su casa y en la que busca respuestas con cada mirada. Una mirada que le recuerda a la autora y reputada experta en gastronomía, el libro del escritor Torres Villarroel de 1794 Anatomía de todo lo visible y lo invisible, título que alude al de la muestra pictórica que para Bernardo Es un submundo apasionado donde veo cíclopes, rayos de tormenta, estrellas y paisajes. Obra, según la autora, que compone la celosía geométrica del imaginario del pintor, un pintor, reitera, del que es ferviente admiradora.

Y de la admiración y del conocimiento nacen las palabras de la profesora e Historiadora del Arte, Montserrat González. Para ella, Alén tiene la infinita capacidad de sugerir desde la intuición, la sagacidad y la reflexión. Desde sus primeras muestras al público, en 1995, Alén, según Montserrat González, nos ha sorprendido con un lenguaje pictórico original que ha ido redefiniendo nuevos caminos a medida que exploraba su universo estético. Un universo caracterizado por el uso de los materiales de deshecho, dignificados por el artista, y que trabaja como un oficio de pasión, uniendo, según la opinión de la experta, la tradición artesanal de los artistas de la antigüedad, de tarea diaria y contante, con la mentalidad del artista moderno intelectual y exigente. No le basta la intuición a Andrés Alén, afirma, sus series y sus collages van más allá, y cuando se agota la seriación que tanto sorprende al espectador, pasa a otra cosa en una permanente búsqueda.

Montserrat González se apoya en ejemplos, citas eruditas y sobre todo, en una visión certera de la obra del artista que ha hecho de los materiales humildes y del vinilo, una geometría cuidadosa de lo mínimo, de lo diminuto y minucioso. De ahí que para ella, los collages sean un descanso visual pleno de sutiles toques de pintura. Serenidad y transcendencia, la obra de Alén constituye una serie de tapices tejidos que nos muestran paisajes personales llenos de sugerencia. Alén es un artista que cuelga cuadros en un mondó lleno de incertidumbre, de ninots coloridos y de experimentalismos vacíos. Un pintor al que aplicar las palabras de Nicolas de Staël: Toda mi vida he necesitado pensar pintura, ver cuadros, pintar para ayudarme a vivir. Como nos ayuda el conocimiento medido, cercano, sentido, de Montserrat González para acercarnos no solo con la vista y el corazón a la obra del pintor salmantino, sino para hacerlo desde una altura intelectual que ella nos presta generosamente desde la claridad y la sencillez de su conocimiento.

Porque para asistir a la obra de Andrés Alén hace falta ojo y cabeza, la cabeza y el sentimiento con el que dedica su muestra al doctor de anatomía y exquisito dibujante, Luis Santos Gutiérrez, a quien rememora desde el título de la muestra, porque el insigne catedrático escribió un libro recordando la cita del Credo cristiano. Todo arte busca la transcendencia, dice Alén, que considera lo visible la pintura y lo invisible un arte como la música, que escapa a la figuración, como la abstracción que practica y que debe ser entendida como música en términos de contrapunto, armonía, polifonía en sus infinitas series? una obra calideoscópica e inacabable en su geometría del aparente azar que para el pintor es Un friso, un calendario de mis días, una obra abierta a la que hay que acercarse a pesar de los críticos, del mismo pintor? siendo libres para ver disfrutando de ella como el pintor ha disfrutado de hacerla.

Y con estas palabras dirigidas a un público que desea ver la obra, Alén nos anima a visitar una exposición marcada por "lo visible y lo invisible" la inteligencia de un autor capaz de mostrarnos su infinito mundo interior pleno de matices. Muestra mimada por una sala a la que debemos toda la gratitud de quienes tenemos la fortuna de visitarla y de haber escuchado las palabras, enamoradas y preparatorias primero de Isabel Bernardo, y plenas de sentido, de conocimiento, de erudición serena y cercana de la historiadora de arte y comisaria de la exposición junto al artista, Montserrat Gonzáles. En un recién estrenado tiempo de Pasión, no hay más pasión por el color, la geometría y el conocimiento de la forma que la de este pintor que domina la sola materia? y que transciende más allá del material y del acto, arriba, donde resuena la música extremada, la música de las esferas coloridas

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