OPINIóN
Actualizado 25/03/2019
Rubén Martín Vaquero

En la Edad Media se recolectaban hojas, semillas y frutos de la amapola (el nombre es mozárabe), porque se consumían abundantemente en todos los reinos. Las hojas y las semillas las podían comer crudas cuando estaban frescas, o machar en un mortero y obtener el líquido, o cocer el fruto (cápsula) y las semillas dejando que el agua se fuera reduciendo, o dejarlas secar y hacer infusiones con las flores secas.

Los cristianos las utilizaban para colorear la lana y el vino, y para inducir el sueño de los niños (desde los romanos hacían una papilla y la mezclaban con las comidas de las criaturas para que durmiesen). Las semillas las tostaban y las empleaban para condimentar los panes y con los pétalos se pintaban los labios las mujeres.

Los árabes también la utilizaban para combatir el insomnio; machaban las semillas con miel y les producía un sueño profundo. También como sedante, porque disminuye / elimina la ansiedad y aplaca o reduce el nerviosismo, y como calmante de la tos.

Hasta había un juego infantil llamado "Frailes o Monjas" que consistía en adivinar, antes de abrir los capullos, si los pétalos ya estaban formados y tenían el color rojo (eran frailes), o por el contrario si estaban sin formar y tenían el color blanco (eran monjas).

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