Acabo de oír por la radio en boca de un politiquero que en campaña electoral "todo vale", aludiendo a insultos, vituperios, difamaciones y mentiras sobre los adversarios, y se me ha erizado la piel con violento sarpullido, alterándoseme el pulso con quebranto diastólico en el alma y enrojeciéndoseme el rostro al sentir vergüenza ajena, pensando que quien eso dice pueda llegar a ser representante ciudadano en la Casa Común y tener poder para proponer leyes y aprobar normativas que mutilen la paz, recorten libertades y alejen a los vecinos del buen entendimiento.
No, estimado candidato, no; en política no todo vale, sea en campaña electoral o fuera de ella, porque hay líneas rojas de honradez, convivencia, respeto y entendimiento que nadie puede saltarse ?ni siquiera usted, ¡fíjese!-, porque la lucha política en democracia es un espacio dialéctico donde se enfrentan proposiciones contrarias en tesis razonadas frente a antítesis justificadas, con el fin de llegar a una síntesis que beneficie a los ciudadanos, promueva la paz y facilite el progreso.
Que el bilbaíno Urbizu pusiera como título a una de sus películas "Todo por la pasta", se comprende en el marco de la ficción cinematográfica. Pero que un futuro servidor público ?ja, ja, ja- parafrasee al director vasco salpicando con bilis enfermiza la sociedad española, causa estupor, merece desprecio y debe ser castigado en las urnas.
No hay derecho jurídico ni moral que permita arrastrar la ética por los pelos camino de las urnas, ni argumento que justifique injurias en campaña, por mucho que tal actitud satisfaga a quienes la practican, disfrutando como ratas en estercolero, porque la dignidad de las personas debe prevalecer por encima de discrepancias políticas, por importantes que estas sean.
Amargas papilas sociales, honestidad de trilero, estética Torrentina, sensibilidad de gabro, piel de galápago, corazón de paramecio y neurona desorientada en la cavidad hueca de su cerebro golpeándose enloquecida contra el cráneo, son las cualidades que adornan a este sujeto que va por las tribunas sin bozal, ni riendas, ni ataduras, ni herraduras.