Formando parte de la red de Aldeas Históricas desde 1991, su fisonomía auténtica bien conservada y su encanto paisajístico le han hecho ser considerada una de las 7 de Maravillas de Portugal
Existe un pueblo en Portugal situado al otro lado del salmantino río Águeda. En su memoria monumental pervive la historia que narra que fue objeto de deseo de la corona española y de la corona portuguesa. En su memoria mística guarda el recuerdo de rituales antiguos traídos por judíos, árabes y cristianos. Aquí fueron felices frailes, comerciantes, hidalgos, campesinos, doncellas y un virrey; quisieron echar raíces en esta tierra, pero la Historia los recuerda como habitantes de paso, aunque fue a través de Castelo Rodrigo como dejaron su huella en el mundo.
Este pueblo se alza en lo alto de un montículo a casi 900 metros de altitud, dominando un valle que se extiende desde el río Côa, por el oeste, hasta el Águeda, por el este, con las sierras de Francia y de Béjar al sureste y las cumbres que encañonan el Duero, al norte. En días claros y despejados, desde Castelo Rodrigo se alcanza una vista de 360 grados, que abarca una amplia meseta.
Castelo Rodrigo parece ejercer hoy un liderazgo suave, tranquilo, como los paisajes que descubrimos desde su altura. A sus pies, en estos días se representa el nacimiento de la primavera, un manto blanco de margaritas sobre tapiz verde, a la sombra de almendros en flor.
Los almendros ya están mudando y las ramas ahora se cubren de un verde vivo. En una mañana clara de primavera accedemos al recinto amurallado de Castelo Rodrigo. Una muralla que en origen tenía 13 torreones, inicialmente construida por los romanos. Son tres las puertas de entrada, pero las Puertas del Sol ejercen una especial atracción para adentrarnos en este caserío, que fue villa y cabeza de comarca durante siglos.
Su protagonismo en la Historia es reflejo de su personalidad poderosa. Siendo en origen un castro vetón, vio llegar a romanos, árabes, a judíos que aquí se convirtieron -o fingieron convertirse- en cristianos y a españoles que la querían para sí. Fue capital del concejo durante 600 años, y su primer Fuero data de 1209, de lo que da fe el Pelourinho. Actualmente, viven en esta plaza amurallada de trazado medieval 64 personas, entre ellas ocho niños en edad escolar, que son su presente y su futuro.
Aún hoy perviven en este territorio muchos cuentos y leyendas sobre el tiempo en que estuvo bajo dominio musulmán, como la leyenda de la Cova da Moura. Apreciada como plaza defensiva, fue conquistada a los árabes en 1170 por Afonso Henriques, el primer rey de Portugal.
Los monjes de la orden del Císter llegaron a Castelo Rodrigo a finales del siglo XII para contribuir al asentamiento de población cristiana. De su presencia se mantiene el cercano Convento de Santa María de Aguiar, de estilo románico y gótico, declarado Monumento Nacional en 1932. Hoy existe una hospedería aneja en la que es posible alojarse. Los monjes cistercienses trajeron consigo la innovación en técnicas agrícolas, lo que posibilitó mejorar el cultivo de los frutales que por aquí ya existían, particularmente el de la vid. Hoy esta comarca produce unos vinos excelentes pertenecientes a la denominación de origen Beira Interior.
Castelo Rodrigo, siempre en la raya fronteriza de los sucesivos reinos, era una plaza deseada, por su ubicación estratégica y por su fértil valle. Formó parte del reino de León hasta 1297, cuando, por el Tratado de Alcañices, pasó al reino de Portugal.
Cuando los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos, muchos vinieron a establecerse a estas tierras, aumentando la población judía ya existente. Cuatro años después, en 1496, también el rey de Portugal, D. Manuel I, bajo presión de sus suegros castellanos, decretó la salida de los judíos de Portugal o su conversión al cristianismo. Castelo Rodrigo conserva muchos vestigios de las costumbres de esos cristianos nuevos que decidieron quedarse, pero continuaban profesando la fe hebrea en secreto. Leyendas como la de la judía Ofa, explicación legendaria del nombre de la sierra de la Marofa, situada a poniente de Castelo Rodrigo, presidida por la estatua de Cristo Rey.
En la calle de la Sinagoga, encontramos la Cisterna, que habría sido construida hacia el siglo XIII, formando parte de la sinagoga de Castelo Rodrigo. Conserva las dos entradas, una con arco quebrado y otra en herradura.
Efraim Ezequiel Bueno nació en Castelo Rodrigo en 1599, en el seno de una de esas familias de judíos conversos y llegó a ser médico en la corte de los Orange en Flandes, siendo retratado por Rembrandt.
Muchas personas ilustres, con huella en la Historia, proceden de Castelo Rodrigo. Aquí nació Cristóvão de Moura, virrey del imperio español en los tiempos en que Portugal y sus colonias estuvieron bajo la corona española, desde finales del s. XVI hasta mediados del XVII. Aquí su familia tenía un palacio, construido sobre la antigua alcazaba, que la población saqueó e incendió pocos días después de la restauración de la independencia de Portugal, acontecida el 1 de diciembre de 1640.
Las ruinas del Palacio de Cristóvão de Moura, hoy Monumento Nacional, constituyen una de las imágenes identificativas de Castelo Rodrigo, por su imponente silueta y porque llevan escritas las aventuras y desventuras de la experiencia ibérica.
En las proximidades de Castelo Rodrigo se desarrolló una de las batallas decisivas para la restauración de la independencia del reino portugués, la Batalla de Salgadela, también llamada Batalla de Castelo Rodrigo, el 7 de julio de 1664, que dio la victoria a los portugueses dirigidos por Pedro Jacques de Magalhães, gobernador de Castelo Rodrigo en el momento.
Todos estos personajes históricos son los protagonistas de las visitas guiadas teatralizadas que se realizan en Castelo Rodrigo todos los sábados a partir de primavera. Basta aparecer por aquí para conocer la historia de esta comarca, contada de forma teatralizada por sus propios protagonistas.
Callejeando por Castelo Rodrigo con los cinco sentidos
Castelo Rodrigo se muestra en femenino, cabalgando por los siglos humilde y sosegada, pero poderosa, hasta los días de hoy. Sus silenciosas y empinadas calles y callejuelas conforman un laberinto entre las Puertas del Sol y las Puertas de Poniente. Es Monumento Nacional desde 1922.
La iglesia de Nuestra Señora de Rocamador fue fundada en el siglo XIII por una congregación de frailes que daba asilo a los peregrinos del Camino de Santiago portugués del interior. Tiene una figura en madera de Santiago a caballo, por eso, también se le llama Iglesia de Santiago.
La Torre del Reloj también llamará nuestra atención, tal vez después de haber pasado por la Oficina de Turismo, situada al lado del Palacio de Cristóvão de Moura.
Este pequeño pero gran pueblo cuenta con dos casas de turismo rural, ambas son espacios muy cuidados y concebidos con mucha armonía y buen gusto.
Además, encontramos un salón de té y un rincón de cervezas especiales. En el primero, podremos saborear una tarta de almendras acompañada de una infusión de hierbas recolectadas en la zona. En el segundo, tomar una cerveza artesana, una copa de vino o un porto-tonic. En ambos, terraza con estimulante vista, para la época cálida; o interior acogedor al pie de la chimenea, para el invierno.
También hay dos tiendas donde comprar productos confeccionados con las materias primas más representativas de la región. Así, encontramos aceite y pasta de aceituna; mantequilla de almendras; más de 40 variedades de mermeladas; más de 20 variedades de almendras: con hierbas aromáticas, con coco, café, anís, con chocolate blanco o negro o simplemente tostadas al punto de sal. Pero también dulces a base de higo o a base de almendra, confeccionados sin harinas.
Durante la Pascua son típicos la Bola de Carne o Folar de Carne, y el Folar de Aceite, parecidos a los hornazos de la provincia de Salamanca. También se come el cordero pascual al estilo Marofa: asado al horno después de haber sido adobado con hierbas, guindillas, moje de ajo y aceite y algún ingrediente secreto que no nos quieren revelar, servido con naranja en rodajas para hacerlo más digestivo.
Todos estos productos hoy se elaboran, se venden y se consumen durante todo el año, pero antiguamente eran parte de lo mejor de las esperadas fiestas.
Castelo Rodrigo: nada de especial, todo de maravilloso
En el año 1991 Castelo Rodrigo pasó a formar parte de la red Aldeias Históricas de Portugal, un conjunto de 12 pueblos que comparten especiales características arquitectónicas, monumentales y paisajísticas. En su momento, la financiación obtenida hizo que se pudiesen reparar los tejados de casas, iglesias o ermitas y soterrar el cableado eléctrico.El pertenecer a esta red permite, por ejemplo, participar de las actividades de dinamización turística que se realizan, como la iniciativa '12 en Red', que desarrolla fines de semana temáticos alrededor de las leyendas históricas de estos pueblos.
Existe desde hace unos años la Gran Ruta de las Aldeas Históricas (GR22), realizable a pie o en bicicleta por caminos que unen los doce pueblos a través de 565 kilómetros de recorrido total.
En 2017 Castelo Rodrigo participó en el concurso impulsado por el proyecto 7 maravillas de Portugal. Fue la vencedora en la categoría de 'pueblos auténticos' en septiembre de ese año.
Detrás de una cortina de ramos cargados de flores aparece una aldea honesta que, además de ser reina de los almendros en flor, es reina de la belleza, pero carece de vanidad. Una aldea que sólo hablará al visitante que sosiegue su ánimo, abrace el silencio y la quiera escuchar.
Almendros, higueras, camelias,...sobresalen por encima de los muros de los huertos e inundan de un perfume melífero las calles. Reina de la modestia y de la delicadeza, Castelo Rodrigo es poseedora de una belleza natural que no necesita adornos, solo merece ser vivida.