En este año taurino 2019 quería continuar con su hegemonía, y había comenzado demoledor
Ser gente, en esto del toro, es una extraña y añeja expresión taurina paradójica y reveladora. Porque nadie puede ser de todos. Pero en el toreo, como bien saben los aficionados cabales, siempre hay algún torero que es todos los toreros. Y, aunque este no haya sido figura, (no es el caso del que hablo) o ídolo de multitudes, se le considera paradigma de lo ideal, arquetipo que raras veces se hace realidad. Son toreros, que no tienen problemas de estilos, son toreros singulares, de íntimos sentimientos, y su sello se imprime directa y plenamente en la gente, pues con ser, les basta y les sobra para estar. En ellos se obra el misterio de ser gente; tal y como ha ocurrido en el caso de Enrique Ponce Martínez.
Llego Ponce por enésima vez a su tierra valenciana, se había vestido para la ocasión con un traje blanco y negro, rozando lo "goyesco", precioso, haciendo honor y homenaje a el club de futbol del Valencia, que cumplía una centuria, en su esportón cargaba también la ilusión, la desmedida afición y el bagaje de sus veintinueve años de alternativa, había cortado una oreja, en su primero con una faena de la "casa" y una más que caída estocada, busco en su segundo oponente la puerta grande, y en ello se afanaba, cuando el toro lo levanto y al caer la rodilla izquierda que ya flaqueaba crujió, y después le siguió la cornada de menor consideración. Relatar esto de un torero, pudiera no parecer extraño, pero si lo es de Ponce, que tras una carrera tan longeva como la suya, no han sido muchos los percances, aunque en ellos si lo tuvo retirado algún tiempo. Ahora por bien que se recupere, la temporada habrá pasado, y tendrá el tiempo suficiente de reflexión, junto a su familia.
"Ponce-ficado" el escalafón:"El Ponce-ficador" desembarco de tierras americanas, para comenzar en una forma envidiable el periplo español en esta ocasión además, para celebrar en su tierra valenciana, los veintinueve años de su alternativa, y en la misma a buen seguro nos volvería a decir el porqué de semejante apelativo, que servidor -apelando a otras épocas de la tauromaquia, a estos toreros se les bautizaba con el que, hay "Papa" en los ruedos-. Porque; la verdad taurina de los últimos años es que Ponce es la máxima figura del escalafón. Ahí lleva impertérrito rebasando el cuarto de siglo de alternativa. Toreando, donde y cuando quiere, cobrando más que nadie, y teniendo aún a estas alturas de su carrera un perfil serio, que le ha dado más seriedad a su toreo si cabe. Y lo más importante; sacando partido a todos los toros, tanto al bravo, parado, manso. Toros, a los que, con tremenda facilidad en unos y otros terrenos, con relajación y empaque, donde le lucen primorosas las faenas. ¿Qué más se puede pedir de un torero para formar parte del catálogo de figura?
Enrique Ponce, en este año taurino 2019 quería continuar con su hegemonía, y había de nuevo comenzado demoledor, intratable, insultante, lleno de majestuosidad, naturalidad y ambición licita, para salir ya; de ganador en los albores de temporada. Y querer demostrar a propios y extraños, la verdad de su entrega y su desmedida afición, -que en mi opinión es una de las grandes cualidades que han avalado su trayectoria-, aparte de ser un torero desprendido de arrogancia, que respetó a los públicos, incluso cuando fallo en alguna ocasión. El maestro fallero, lo ha ganado todo, apenas se ha dado tregua, y, ha arrasado de la A, a la Z cual río desbordado arrasa cuanto encuentra a su paso. Dentro del palenque de las plazas, no ha perdonado a sus más directos rivales, y no han sido pocos, quienes lo intentaron, incluso, alguno de los padres de los que hoy militan en el escalafón; se ha crecido ante las adversidades, y algo muy importante, fiel a si mismo, no se ha escondido, no se ha tapado para salvarse de la crítica y de los públicos exigentes.
("Alguien podrá creerme forofo del torero, o miembro de su peña por manifestarme con tal vehemencia") - ni lo uno, ni lo otro -.Pero estaría ciego el no reconocer, cuando un torero está en su momento de madurez, que se entrega, que busca e intenta acercarse a la utópica perfección. Su toreo tiene limitaciones al ejecutar las suertes, pero esa afición desbordante, hace surgir un toreo que emerge largo, poderoso, desmayado, estético y, de prolongado remate. De poder continuar en esta línea, de mantenerse algún año mas, seguro, queramos o no reconocerlo, pasara a ser un torero de época, uno de los elegidos para formar parte de la historia del toreo de hoy, que arranco en el siglo XX y sigue en el XXI. Porque hoy donde priva la vulgaridad. Enrique Ponce con su sabiduria, ha dispuesto que se bifurquen los caminos, uno para él, otro para el resto. No ha podido por el momento completar este ciclo, el toro no entiende de historias, de hazañas y personajes por muy ilustres que sean. Ahora toca sufrir. Ahora hay que saber retirarse...Con Grandeza. Dicho queda.
Fermín González Salamancartvaldia.es blog taurinerías